Cocido de las Merindades

Con el frío llegan también las ganas de comer un buen COCIDO DE MERINDADES. Aquí tenéis una receta tradicional de Yolanda Lacasta, de Medina de Pomar:

Cocido de las Merindades.

Ingredientes: garbanzos (400 gramos), arroz (150 gramos), 1 azajo o codillo de cerdo crudo (sin curar, ni adobar ni ahumar) , costilla de cerdo en crudo , tocino, chorizo, morcilla, ajos, pimentón dulce, sal.

En primer lugar hay que adobar el azajo y la costilla. Para ello se majan (aplastan en un almirez) 4 ajos grandes con sal gorda y se añaden a 1 litro de agua fría. Se introduce en este agua el azajo hasta que lo cubra, durante dos días como máximo. Se saca del adodo el dia anterior y se lava.
Los garbanzos deben ponerse a remojo el día anterior (cubiertos de agua con una pizca de sal)
Se ponen a cocer los garbanzos, el azajo, la costilla, el tocino y el chorizo. Si se utiliza una olla rápida al menos durante 45 minutos. Si usamos el método tradicional, a presión atmosférica unas tres horas como mínimo.
Una vez que comprobemos que los garbanzos están hechos:
– Hacemos un sofrito de cebolla (cebolla picada frita en aceite de oliva) hasta que se ponga rubia y la añadimos pimentón, se vierte en la olla.
– Se maja ajo y perejil en el almirez y se añade también así crudo a la olla.
– Añadimos el arroz y lo mantenemos cociendo durante 15 minutos.
Cinco minutos antes de servir se añade la morcilla a la olla.
Durante el proceso hay que regular el contenido de líquido añadiendo agua si es necesario. Al final probar de sal.

¿Cómo lo preparáis vosotr@s?

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¿Hórreos en el Valle de Mena?

Un hórreo es una construcción destinada a guardar y conservar los alimentos alejados de la humedad y de los animales para mantenerlos en un estado óptimo para su consumo. Se caracteriza por mantenerse levantado del suelo para evitar la entrada de humedad y de animales (especialmente ratones y otros roedores) y por permitir la ventilación a través de ranuras en las paredes perimétricas.

Este tipo de almacén existe en muchas otras partes del planeta. En la península ibérica se distribuyen actualmente por todo el Norte desde Portugal hasta Navarra, existiendo indicios de su existencia desde tiempos prerromanos. También los romanos tenían horrea o graneros en sus villas. Distinguían tres tipos, uno de ellos con pilares, similar al que conocemos hoy día.

Pero la PRIMERA REFERENCIA DOCUMENTADA DE LA EXISTENCIA DE HÓRREOS en la Península Ibérica se encuentra en el famoso documento del año 800 relativo a la fundación del monasterio de Taranco, Valle de Mena. Este documento registra donaciones de ganado, tierras y edificios, entre ellos:

«Hedificavimus ibi domicilia, cellarios, ORREOS, torcularibus, cortinis, ortos, molinis, manzanares, vineis seu cetera arbusta pomifera»

No existe unanimidad entre los autores sobre si se trata de un hórreo tal y como lo conocemos en la actualidad o de otra variante menos evolucionada. En cualquier caso, estos hórreos medievales solían estar vinculados a monasterios, las únicas instituciones de la época capaces de tener excedentes agrícolas de cierta entidad. Gonzalo de Berceo (siglo XII), evocando un milagro de San Millán de la Cogolla, habla de la construcción de un hórreo de madera en el monasterio emilianense.

La llegada del cultivo del maíz al Noroeste Ibérico a partir del siglo XVII hizo que los hórreos se generalizasen entre los pequeños agricultores. Pero en nuestra zona y en gran parte de Cantabria, la necesidad de almacenar y secar la cosecha de maíz y otros alimentos la cumplió la SOLANA o balcón típico de las casas montañesas. Es por ello que en estas zonas el hórreo no llegó a extenderse y terminó desapareciendo.

Aunque resulta imposible saber qué aspecto tendría el hórreo del monasterio de Taranco, tal vez se pareciese a los modelos menos evolucionados que tenemos en España, como los ejemplos que presentamos en estas fotos.

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Hórreo de Orbaizeta, Navarra.

 

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Hórreo de Liendo, Cantabria.

 

A todo cerdo le llega su San Martín

Antiguamente, después de recoger los frutos y antes de la Navidad, existía una celebración importantísima en el rural de nuestra comarca. La matanza del cerdo (también denominado como gochu o chon). Su sentido era evidente: Una vez repleta la despensa de conservas, frutas y frutos de todo tipo, solo faltaba el componente proteínico para poder soportar el normalmente largo y frío invierno. San Martín (11 de noviembre) marcaba el inicio de esta tradición aunque las fechas variaban según las casas. Era indispensable que hiciese un frío seco, para que la carne curase bien y no hubiese moscas que «cagasen» en la carne, criando gusanos. En los últimos tiempos los días más utilizados para esta costumbre tienden a ser los del Puente de la Constitución, por disponer todos los miembros de la familia de los necesarios días libres.

El vocabulario referido al cerdo es prolijo en palabras de esas de antes y que ya apenas se usan. Silvia González Goñi, en su trabajo, «Apuntes sobre el habla de la Merindad de Sotoscueva» señala las siguientes: «Las palabras que se dirigen al cerdo para llamar su atención son aíno y chino, y en el caso de querer espantarlo, cochu. Al último cerdo en nacer se le denomina aguacil. Los cariños o carantoñas que los cochinillos hacen a la madre son recocos. Para comer, al cerdo se le da una mixtura de patatas cocidas y harina con salvado llamada barbaju. El abrevadero en el que beben es el cocinu, y la corte es el cortín o cortíu. Tras la matanza del cerdo, se elaboran los chichos (chichas o jijas), carne de cerdo partida en trozos muy pequeños para ser freídos.»

En la foto, matanza tradicional en el Alfoz de Santa Gadea. Monos de trabajo, paja para quemar los pelos del cerdo, unos chupitos de aguardiente para llevar mejor el trabajo y almadreñas en la jefa de la casa.

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La vestimenta de los cántabros de Merindades: El bracae de Sotoscueva

La BRACAE era un pantalón masculino utilizado extensamente por los pueblos prerromanos de nuestro ámbito, junto a la túnica blanca de lino ceñida por la cintura y ribeteada de rojo en los bordes y cubriendo todo, un sagum negro de lana gruesa, que hacía las veces de abrigo y de manta para dormir. La bracae hispana no era tan larga como la gala, llegando hasta por debajo de las rodillas. Estaba confeccionado de tela (lana o lino), no tenía bragueta y se ajustaba a la cintura por medio de una cuerda. Resultaba imprescindible para protegerse de la maleza y el frío.

Hay que destacar que los romanos no tenían nada similar a los pantalones o calzoncillos largos. Las bracae no se llegaron a utilizar en Roma hasta los últimos compases del imperio. De hecho, los romanos despectivamente denominaban Nationes bracatae a las tribus galas y bárbaros del norte de Europa.

A pesar de que el uso de esta prenda está bien documentado en nuestro ámbito, sigue siendo extremadamente raro verlo en las representaciones artísticas actuales de guerreros cántabros o autrigones. La recreación histórica que suele hacerse de un guerrero prerromano de nuestra zona viste normalmente una túnica que deja ver las rodillas y, ya por debajo de las mismas, unas polainas altas de lana con sandalias o botas de cuero. La imagen se repite tanto que ha dejado de cuestionarse su veracidad (si es que alguna vez se hizo).

Sin embargo, en la cueva de Ojo Guareña, Merindad de Sotoscueva, tenemos una de las escasísimas pruebas de que este pantalón era más común de lo que suele representarse hoy día. El llamado «Príncipe Celta de Ojo Guareña» («Guerrero Cántabro de Ojo Guareña» sería una denominación más precisa), antes de morir perdido en la oscuridad más absoluta de la caverna, estuvo gateando por la misma para evitar los golpes y guiarse con más seguridad, dejándonos huellas de sus rodillas en el barro y una prueba extraordinaria de que éstas estaban cubiertas por un bracae como el que acabamos de describir.

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Valdebezana, Hoz de Arreba, Zamanzas, Alfoz de Bricia y Alfoz de Santa Gadea (que incluía el concejo de Arija) reclaman reintegrarse en Cantabria en 1838.

Durante el Antiguo Régimen, hasta finales del siglo XVIII, Valdebezana perteneció al Corregimiento de las Cuatro Villas de la Costa, (que en sus últimos tiempos se conoció con el nombre de Partido o Bastón de Laredo, por encontrarse allí la capital y sede del corregidor). Esta pertenencia a tal distrito hizo que en 1822, cuando se configura el nuevo municipal y provincial español, Valdebezana pase a formar parte de la Provincia de Cantabria. Y así era el nombre que presentó la Diputación montañesa pero las reticencias de la ciudad de Santander aún sobre Laredo hizo que el nombre final fuera Provincia de Santander.

En 1833 la nueva configuración hizo que Cantabria perdiera este municipio y pasara a manos de Burgos. Tras esta nueva remodelación provincial, no sólo Cantabria perdió la jurisdicción de Valdebezana, sino también Alfoz de Bricia, Alfoz de Santa Gadea (llamado Santa Gadea de Campoo hasta entonces), Hoz de Arreba, el Valle de Zamanzas, y el Valle de Mena y el de Tudela (que actualmente forman el ayuntamiento de Valle de Mena), excepto el concejo de Relloso, con San Miguel de Relloso, que pasó del Valle de Tudela al nuevo municipio de Valle de Losa. Todos estos lugares fueron del Corregimiento de las Cuatro Villas de la Costa de Cantabria.

En 1838, junto con los municipios anteriormente nombrados y después de 6 años de pertenecer a la Provincia de Burgos, escriben a las autoridades de la Provincia de Santander solicitando su reintegración en ella, ya que nunca pertenecieron a Burgos ni desean pertenecer, por ser montañeses.

 

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Escrito de 1838. Este documento se encuentra en el Archivo Histórico de Cantabria en la sección Diputación, legajo 170, correspondiente a las divisiones territoriales. Lleva la firma de Antonio Sainz de la Peña, representante de las 5 jurisdicciones a tratar, y va dirigido al Jefe Político de Santander (V. S. en el texto), nombre que se daba entonces al Presidente de la Diputación Provincial.

Curiosamente, la extensión de estos territorios reclamantes coincide a grandes rasgos con la parte de la antigua merindad medieval de Aguilar de Campoo que hoy forma parte de Burgos.

Texto de Buzulu. El primer mapa recoge la antigua Merindad de Aguilar de Campoo, según el Becerro de las Behetrías (1352). En azul aparece la parte de aquella merindad que actualmente pertenece a Burgos. El segundo mapa recoge los seis municipios solicitantes.

 

Mapa de la antigua Merindad de Aguilar de Campoo, según el Becerro de las Behetrías (1352). En azul aparece la parte de aquella merindad que actualmente pertenece a Burgos.

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Mapa de Merindades con los cinco municipios solicitantes

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