Etimología de Urria

Primeras apariciones documentales

El topónimo URRIA aparece registrado en nuestra zona en documentos del siglo XII con diversidad de grafías: 1167 “in Orreia”. 1182 “ego don Rodrico filio de don Xemen de Orreya…”. 1185 “Dono uobis monasterium Sancti Martini de Hurria cun omnibus pertinentlis suis”. Y en pleno s.XIII: 1258 “…con nuestros uezinos los aldeanos de Vrria, et de Uillamagrin…”. 1282 (Escritura de venta) “…el eredamiento que io auia en Vurria”. 1352 “Vrria”.

Como apelativo lo encontramos en los topónimos de la zona CUESTA URRIA y QUINTANA URRIA. El primero figura en un documento de 1270, donde es testigo de una escritura de venta: “Aluar Garcja, fijo de Garçi Lopez de la Cuesta dUrria”. En 1327 figura como testigo de una sentencia contra un clérigo de Villaveta un tal “Juan Gomez de la Cuestadurria”. Más temprana es aún la documentación del segundo: 1128 (Testigo en una querella) “Iohan de Quintanaurria”. Hacia el año 1200 (Donación a Monasterio de Oña) “…omnem hereditatem quam habemus en Quintana Urria”. 1230 “…Guterrium et Rodericum filium eius de Vrria ex alia”, y en el mismo documento: “…habeant domum Sancti Martini de Urria toto tempore uite sue”.

Etimología

Sobre el origen de este vocablo en esta zona se han propuesto diversas teorías. Algunos creen que todas las terminaciones «urria» de la comarca hacen relación a la existencia de arenas auríferas en los ríos y arroyos de nuestra comarca. Cualquiera que sepa algo de cómo se forma este metal (de origen magmático y asociado a rocas ígneas, no de tipo sedimentario como nuestras calizas), tendrá criterio suficiente para desechar esta teoría sin más miramientos.

Una creencia mucho más extendida es la de que esta palabra procede del vasco. Y en efecto, en este idioma existen varias palabras susceptibles de ser candidatos etimológicos: Algunos la derivan de la palabra urria, que en vasco actual significa octubre, y que parece proceder de urri o urria, “escaso, menguado o disminuido”. Urr, urra, urraitz, etc. quiere decir avellana en este idioma, por lo que octubre también podría significar “mes de las avellanas”. De hecho, a octubre también se le llamaba en algunas zonas de habla vasca biltzil, mes de la recolección y lastail, mes de la paja. Nada hace sospechar que nuestro municipio tuviese alguna relación particular con ninguno de estos significados. Además, no existe ninguna prueba documental de que existiera nunca poblamiento de habla vasca en la zona.

La teoría más plausible es la que deriva nuestro topónimo de la raíz preindoeuropea URR- con el significado de CERRO o PROMONTORIO (Hubschmid, 1960). Existen multitud de topónimos fuera del ámbito vascófono que pueden adscribirse a este significado. En Asturias: Urria (Teverga y Somiedo), Pico Urriellu (el famoso Naranco de Bulnes, en Cabrales), Picu l’Urru (Belmonte), Orria (Aller), Orria (Lena), Tsandurriu, entre Somiedo y Xanestoso (Cangas del Narcea), el Tsinu l’Orro, en el Monsacro (Morcín), etc… En Galicia: Orrea (lugar de Sillobre), Orria / Orrio / Orro (Culleredo), San Andrés de Órrea (A Golada), Vale da Urra (Portugal). En Cantabria están los conocidos como Urros de Liencres. En Carranza el Urrio, el Urro…

Más «urrias» en Merindades

Por encima de Redondo, Merindad de Sotoscueva, existe una peña llamada PEÑA URRIA o Penurria, en las crestas entre Rioseco y Valmayor. En el Libro de la Montería de Alfonso XI (1340) leemos: “Valmayor es buen monte de oso et de puerco en verano. Et son las vocerías, la una desde encima Foyuelos de Rioseco á Piedra Travesaña: et la otra desde Piedra Travesaña al Candanal; et del Candanal á la Cueva Costeriza, et dende á Focejo, et desde Focejo á Peña Urria, et de Peña Urria á Cerro Estacas, et de Cerro Estacas á Peña Osera.” De forma curiosa, en la Merindad de Cuesta Urria también existió una aldea llamada Valmayor, hoy despoblada. La Urria es también un monte en Ahedo de Butrón (Los Altos).

En definitiva, nuestra URRIA SIGNIFICARÍA CERRO O PROMONTORIO SEÑALADO.

Foto de la Sierra de la Tesla, verdadero hito paisajístico de toda la llanada de Merindades. En sus faldas está la Merindad de Cuesta Urria. Autor: Miguel Enrique Ugarte.

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El enigmático caracol de Quimper

El caracol moteado (Elona quimperiana) es una especie propia de zonas húmedas y sombrías, viviendo frecuentemente dentro de bosques caducifolios de hayas, robles o castaños. También puede aparecer en zonas de bosques de ribera e incluso en campiñas húmedas. Su alimentación se basa en los hongos que crecen entre la hojarasca o bajo los troncos muertos.

Es una especie atlántica que solamente vive en la España Húmeda y en la Bretaña francesa. Curiosamente hay varias otras especies que presentan un patrón similar, como la llamada babosa de Kerry (Geomalacus maculosus) que también existe en el Norte de la península, el madroño (Arbutus unedo) llamado BORTO por el Valle de Mena y que también se da de forma natural en el suroeste de Irlanda, y varias especies de brezos (Calluna spp.). La teoría más aceptada hoy día para este fenómeno se apoya en dos descubrimientos recientes: la similitud genética de gran parte de la fauna de Irlanda a la del norte de España, y la similitud genética de gran parte de la población humana de Irlanda a la del norte de España. Es muy posible que todas estas especies fueran introducidas accidentalmente en la Bretaña francesa y las Islas Británicas a finales del Paleolítico o principios del Mesolítico por las poblaciones humanas que emigraron a esa zona desde el Norte Atlántico de la península Ibérica.

En Merindades se ha confirmado su existencia en los Montes de Valnera, Montija, Valle de Mena, zona de Arreba, Monte Santiago y Sobrón. La presencia en la Sierra de la Tesla y Valdivielso debe confirmarse.

Es una especie en peligro de extinción. Debe evitarse incluirla en nuestras excursiones a por caracoles.

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Distribución mundial de caracol de Kimper.

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Distribución mundial de la babosa de Kerry.

 

Las Merindades en la provincia de Burgos: Motivos y consecuencias poblacionales

En 1821 andaban organizando de forma más cabal los distintos territorios españoles heredados del Antiguo Régimen, cada uno de ellos con diferentes estatus jurídicos a cada cual más dispar. El proceso había comenzado con la división provincial de José Bonaparte de 1810. En las Cortes de Cádiz se reunían en noviembre de ese año la Comisión de División del Territorio creada al efecto.

La costa cantábrica (Partido de Laredo) y el Ebro medio (Partido de Logroño) eran las dos áreas más dinámicas de la Intendencia de Burgos. En aquella época se tomó la decisión, ampliamente demandada por los poderes locales/regionales respectivos desde hacía tiempo, de crear el germen de las actuales provincias de La Rioja y Cantabria. La Comisión de División del Territorio de las Cortes, presidida por el diputado de Murcia Don Diego Clemencín, estableció que a la hora de configurar y delimitar las nuevas provincias debían prevalecer dos criterios fundamentales: 1. El respeto por la línea de cumbres (que implicaba una mayor accesibilidad de los pueblos a su capital en cualquier momento del año) y 2. Procurar que la “provincia madre” no perdiese representatividad en Cortes por culpa de la secesión de sus antiguos territorios. De esta época data la creación de la nueva provincia de Asturias (desgajada de la Intendencia de León), así como las de Santander y Logroño (conformadas en parte por territorios de la vieja Intendencia fiscal de Burgos). A la hora de crear las nuevas delimitaciones territoriales, los criterios etnográficos o culturales tuvieron obviamente su peso (el partido de Reinosa fue adscrito a la nueva provincia de Santander sin oposición alguna ni siquiera del diputado de Palencia, provincia a la cual había sido agregada la comarca en 1803 tras la supresión de la provincia de Toro), pero siempre fue un argumento menor que los dos que acabamos de comentar, que en el caso de la comarca de Las Merindades fueron decisivos.

El debate sobre la delimitación de la nueva provincia de Santander fue de los más animados y problemáticos de toda la delimitación territorial española. Los diputados burgaleses (de la ciudad) Navas y Azaola fueron firmes partidarios de mantener la línea divisoria tradicional, en contra de la opinión de los diputados con vinculaciones montañesas Cuesta (diputado por Ávila) y Victorica (diputado por Burgos), que pretendían que al menos se agregasen a Santander las merindades de Valdeporres, Sotoscueva, Montija, Espinosa de los Monteros y Villarcayo. Los valles de Valdebezana, Bricia, Arreba, Zamanzas y Mena ya formaban parte del Corregimiento de Las Cuatro Villas de la Costa desde antiguo. Y el resultado ya lo conocemos. Leyendo todo el debate y argumentaciones de los diputados Navas y Aznaola (accesible en la web), trasciende poco más que su preocupación por asegurarse de que la nueva provincia de Burgos no tuviese menor representación en Cortes que las novatas Logroño y Santander (tres diputados en Cortes), para lo cual debían garantizar un mínimo poblacional. Y aquí llegamos al tema clave del asunto: Las Merindades suponían en la época del debate en torno al 17% de toda la población de la provincia actual de Burgos. Una porción demasiado importante del total provincial para que la ciudad de Burgos renunciase a ella.

Podemos profundizar en este análisis histórico para ver cómo ha tratado poblacionalmente Burgos a nuestra comarca desde que consiguió su objetivo de tener tres diputados en Cortes hace casi 200 años. En la gráfica que se adjunta se observa la evolución poblacional de Las Merindades, Miranda y el partido de Burgos desde aquella época hasta el presente. Hay varios datos de interés, como por ejemplo: 1. Que nuestra comarca era la más poblada de la recién creada provincia de Burgos. 2. Que tenía en 1858 casi el doble de población que la ciudad de Burgos (que se dice pronto). 3. Que el Partido de Miranda tenía tres veces menos población que Las Merindades. Comparemos con la situación actual y todos podremos sacar alguna conclusión al respecto.

Datos del INE.

 

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Intervención final del diputado Victorica en el debate. Actas del Diario de Sesiones de Cortes del 30.12.1821, pág.1540.

 

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Setas de cuco o perrechicos (Calocybe gambosa).

Llega abril y con ella una de las mayores exquisiteces micológicas de nuestros montes, la SETA DE CUCO.

Su nombre ni siquiera existe oficialmente, pero todos la buscan. Es la gran estrella de las setas y, cuando aparece, paladar y bolsillo se frotan las manos. Dicen que «una vez que se ven ya no crecen». También que el «de abril ‘pa mí’, el de mayo ‘pa mi amo’ y el de junio, ‘pa ninguno'». Que brotan por San Jorge (23 de abril; otro de sus nombres es precisamente: «Seta de San Jorge»), que aguantan hasta ocho días al aire libre en sitio fresco, que los ratones son su enemigo… Y es que en esto de los perrechicos hay mucho de cultura popular.

En lo que no existe duda es en su reclamo. Es una de las piezas más cotizadas entre fogones y platos. Y la mejor demostración está en el precio, que puede sobrepasar en estas fechas los 80 euros/kilo. Se convierten en atracción en restaurantes, sociedades gastronómicas y cenas de reputados comensales. ¿Y cómo es? ¿Qué le diferencia? ¿Qué le distingue de la amplia gama de hongos y setas? Cuenta con una curiosa contradicción que el paladar distingue. Es carnosa, de textura firme y compacta, pero tierna a la vez. Capaz de dotarse de adjetivos antónimos. Pero, más aún, su rasgo diferenciador viene marcado por un intenso aroma a harina recién molida y a levaduras. Es la reina del norte, la mejor seta del comienzo del año. Cuando muere marzo y asoma abril está en su ‘gran momento’ (aunque se prolongue en junio y hasta julio). En pinchos, en revueltos, en cremas… La seta de cuco es oro que brota del suelo. Oro para el bolsillo. Oro para el paladar.

El origen de nuestro nombre original viene dado porque salen cuando esta ave inicia sus cantos en primavera y parece ser el original de las Merindades y algunas otras áreas de Cantabria.

En Álava la llaman tradicionalmente PERRECHICO, una denominación que ha ido extendiéndose por el resto del País Vasco (en la parte euskalduna de Bizkaia y Guipuzkoa solía conocérsela antes como udaberriko ziza zuria, «seta de primavera») y buena parte del Norte Ibérico. Es un nombre compuesto de chico ‘pequeño’, y una adaptación (con ensordecimiento b- > p-) del gascón berret ‘boina’, una forma diminutiva del latín tardío birru- ‘especie de capa corta con capucha’, presumiblemente del gálico *birro- ‘corto’. Por tanto, perrechico querría decir sombrero o BOINA PEQUEÑA.

 

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Foto de Pedro Granados.

 

Chencho Barcina recuerda ir a buscarlas con su padre y su tío, por la zona de Valderredible. Villanueva de la Nia, La Lora, Rocamundo y después hacían una meriendas con la familia y amigos. Especialmente apreciado era su sabor y su madre las echaba en los guisos. También las guardaba colgadas y ensartadas para el invierno, que se quedaban arrugadas y cuando las ponía a mojo volvían a su ser.

 

Los buenos setales, si el tiempo es propicio, echan setas de estas en primavera y otoño, como estas setas de cucu recogidas el 18.12.2018.

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Foto de César Higuera.

 

Soncillo, en la provincia de Santander. 1843

Guía del Viagero en España, escrita por D. Francisco de P. Mellado. Gabinete Literario de Madrid, 1843.

Francisco de Paula Mellado Salvador (Granada, ca. 1810 – 1876) fue un geógrafo, periodista, escritor, editor y director español, impresor de la primera enciclopedia en español, la Enciclopedia moderna.

Otro destacado proyecto editorial que llevó a cabo Mellado es la España geográfica, histórica, estadística y pintoresca (Madrid, 1845). Parecidos por su tema son los tres volúmenes de Recuerdos de un viaje por España (1849-1851), libro de viajes escrito íntegramente por él en el que describe un itinerario emprendido en mayo de 1846 por todas las provincias españolas y las posesiones de Ultramar documentando con criterio enciclopédico lo más relevante y vistoso de la geografía, historia, estadística, leyendas, costumbres y literatura de cada lugar, acompañando cada uno con grabados realizados sobre dibujos de su amigo Mauricio. En 1862 y 1863 se imprimió en su misma tipografía una segunda edición en dos volúmenes y en 1985 fue reimpresa en edición facsímil en Madrid. Pareja naturaleza tiene su Guía del viajero en España, de 1842.

 

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Pan de álaga o escanda

El álaga es un tipo de trigo propia de países fríos y terrenos pobres, de paja dura y corta, cuyo grano se separa difícilmente del cascabillo.

Antes era común por toda la vertiente cantábrica, incluidas las Merindades. En Asturias se calcula que en el siglo XVII el 10% del territorio se dedicaba al cultivo de la escanda. Desde principios del siglo XX, se produjo un rápido descenso de la superficie cultivada de escanda hasta llegar casi a su desaparición a finales del siglo XX. En 1941 Dantin Cereceda estimó la extensión del cultivo en 1.050 ha, en 1985 había bajado a 60 ha, y en 1992 la superficie era de 8 ha. Últimamente se está tratando de potenciar desde diferentes iniciativas, observándose una tímida recuperación en su cultivo.

Foto de escandaasturiana.es

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Origen del topónimo Cantabrana

El topónimo Cantabrana está compuesto de dos partículas lingüísticas bien diferenciadas. La raíz Cantabr- es prerromana, y hace referencia claramente a los cántabros.

El sufijo en -ana es común por muchos otros pueblos de la zona oriental de las Merindades y zonas próximas de Alava (Añana, Berberana, Cabriana, Cormenzana, Leciñana, Lezana, Lomana, Montañana, Extramiana, etc.) e indica la existencia de una villa romana o explotación agropecuaria de aquella época, que en nuestra zona están lejos de ser las amplias explotaciones latifundistas de tipo exclavista de otros sitios del imperio sino más bien de tipo inferior, tal vez granjas o pequeños centros comerciales creados por miembros destacados de las comunidades locales al final del período romano o incluso algo posteriores a la caída del Imperio. La partícula lingüística se deriva del sufijo -anus que en latín se añade particularmente a nombres propios para formar adjetivos con un matiz genitivo.

Estamos pues, probablemente, ante un topónimo que en realidad es un locativo formado por un antropónimo +ana que denota posesión o pertenencia de una sola persona. Así tenemos Leciñana = Villa, granja o vici de un tal Licinio, Berberana = Villa de alguien apodado Bárbaro (es decir, no itálico) o CANTABRANA = Villa perteneciente a un poblador cántabro, o acaso a un repoblador apodado Cántabro. Algún colono de procedencia cántabra, establecido en el valle de Caderechas como dueño de algunas presuras.

Las primeras menciones históricas a esta aldea aparecen en el 1011 (Escr. fundac. de Oña) «In Cantabrana septem casatos». En la misma fecha «.. et per illo portiello de Abienço et per illo lombo de Kantabrana ». Entre las posesiones que el Conde D. Sancho da a cambio de la villa de Oña (en doc. de 1011) figura «La presa vieja de Cantabrana». En 1179 es testigo de una donación de particulares a la villa de Oña «Pelagius Michaelez de Cantabrana».

Cabe señalar que en los alrededores de la ciudad de Logroño hay una inusual concentración de personas apellidadas Cantabrana, aunque ningún topónimo conocido en la zona. Es un ejemplo más de los vínculos entre ambas zonas (sur de las Merindades–Ebro riojano y alavés) que, aunque presentes desde antiguo, parece que fueron especialmente intensos a partir de la constitución del Ducado de Cantabria y el desplazamiento de las fronteras cántabras hasta esa zona, con ejemplos conocidos como los topónimos de Monte Cantabria y Sierra de Cantabria situados cerca de Logroño y que aún perduran hoy día.

Los apellidos en España quedaron “fosilizados” a partir del siglo XI. Antes o no existían o variaban con el nombre del padre, de tal manera que el hijo de un Pedro García se llamaba Sancho Pérez y el hijo de éste Muño Sánchez. Otra forma documentada de generación de los apellidos era a través de motes, características físicas, profesiones familiares o, como en nuestro caso, lugares de procedencia. Por tanto, es de suponer que en época medieval o inmediatamente anterior se produjo un intenso movimiento de población del pueblo de Cantabrana hacia tierras riojanas.

Foto de Rodrigo-62.

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Estelas «familiares» tardorromanas en Merindades

En Merindades se encuentran una serie de estelas tardorromanas con figuras humanas en parejas o en grupos familiares, sumamente características, y con una área de distribución muy reducida que incluye el alto Duero y el alto Ebro.

En EXTRAMIANA, una localidad ubicada en las faldas de la Sierra de Árcena que separa Tobalina de Valderejo tenemos un ejemplo, reubicado en la Iglesia parroquial del pueblo, aunque claramente anterior cronológicamente, y de la que apenas se conocen datos. No aparece en la carta arqueológica de la comarca ni en ningún otro documento conocido por nosotros. La zona presenta la mayor concentración de restos militares tardorromanos y visigodos de todas las Merindades tras la zona de la Horadada (Tedeja).

Precisamente cerca de La Horadada, en QUINTANASECA, aparece la segunda de estas estelas. Su morfología hace sospechar que se trata de una urna oikomorfa autrigona, aunque este tipo de estelas burebanas muestran habitualmente una iconografía basada en representaciones astrales, y no se documenta ningún ejemplo en el que aparezcan figuras humanas. Por otro lado, las estelas visigodas suelen tener todas un fuerte carácter religioso, religiosidad que no se observa en este caso.

Existe alguna referencia fotográfica muy antigua de que en MIÑÓN (Medina de Pomar) también existió una estela de este tipo figurativo, aunque representando la parte superior del cuerpo en vez de figuras humanas enteras. Conservada en los fondos del Archivo de la Diputación Provincial de Burgos se encuentra una placa en mal estado en la que a duras penas se puede reconocer algunas letras y ciertos trazos. Esta debe ser la lápida vista por Huidobro en 1933 sin más referencias. Consistía en una estela de cabecera de forma semicircular. Entre ella y la inscripción, una línea servía de demarcación de ambos campos. Parecen adivinarse tres bustos, dos con mayor claridad y el central mayor que los laterales. Su paradero actual es desconocido.

Entre TORRES y VILLATOMIL (Medina de Pomar) se encontraron restos romanos de lo que pudo ser un hipocaustum y un fragmento de estela decorada por dos cenefas con líneas quebradas y tres figuras con túnica y las manos entrelazadas. Presenta el siguiente texto: Ursu/do o. Ha sido fechada en los siglos II-III dC. y se encuentra expuesta en el Museo de Las Merindades, Medina de Pomar.

Otra estela familiar de este mismo grupo es la que apareció en VILLAVENTÍN, Junta de Traslaloma. Se trata de un fragmento de una estela funeraria, mutilada arriba y abajo. La decoración consiste en una banda de cinco celdas cuadradas en las que se incluyen aspas, talladas en bisel; bajo él, tres hornacinas arqueadas con sendos personajes, el de la izquierda, vestido con túnica larga y un llamativo tocado, mientras que en el del centro apenas se aprecia el peinado o y la posición de los brazos; la figura de la derecha parece masculina, con toga. Bajo la escena, sin más resalte que el interlineado , se conservan dos líneas de texto, la segunda con sendos golpes que obliteran un par de letras. El texto dice: D(is) M(anibus) / Lucretia(e) / coiugi pientissime (A los Dioses Manes. Lucrecia, cónyuge piadosísima…). Datada en el s. IV y expuesta en el Museo de Burgos.

La encontrada en CASTRO SIERO está actualmente también en el Museo de Burgos. Se trata de un sillar prismático en cuyo interior se dibuja en rehundido un campo semicircular decorado con cuatro figuras con los brazos unidos (extendidos) a la altura de los hombros; por la manera de representar las piernas la más alta de las cuatro sea posiblemente varón. Al exterior linea de dientes de lobo hecha mediante incisión. Representación de un grupo familiar similar a otros del norte de la provincia y Ebro Medio.

El último ejemplo que conocemos es la estela de TUDANCA, ubicada en la tapia del cementerio y que podría asociarse con este núcleo tardorromano de Siero. Se trata de una estela con cabecera semicircular decorada con un creciente lunar entre dos círculos y coronado por una hoja de yedra. Bajo ella, aparece una cenefa. Curiosamente no se han encontrado estelas de este tipo en el importante enclave tardorromano y visigodo de Santa María de Hito (Valderredible) ni en ningún otro punto de Cantabria o la Montaña Palentina.

Sobre este singular grupo de figuras humanas de pie que en ocasiones se toman de la mano, se han dado varias interpretaciones. Algunos piensan que pueden ser retratos familiares reales (Marcos Pous y García Serrano, 1972; García-Blázquez, ibid.) o idealizados (Elorza, 1970) de los fallecidos.

Según otros autores se trata de tríadas/trinidades celtas, o de la multiplicación de la figura del difunto para heroizarlo (Marco Simón, 1978). Canto opina que unas figuras que se cogen de la mano no pueden hacer otra cosa sino bailar. Los objetos entonces, especialmente las «cardas o peines» (Aguilar, Santa Cruz, Marañón) deben de ser más bien instrumentos musicales, tales como caramillos o flautas rústicas (syringes, fistulae). Los alargados, «con bolas», quizá sean entonces liras o guitarras muy simples, las pandurae (como en Aguilar) y los «triángulos y cuadrados», como los del fragmento de Zabal (Castillo et al., 1981), esquilas o campanas. Las «falces» de la estela de Santa Cruz podrían ser simples trigona, es decir, triángulos de cuerda. Las «lanzas» serán meros palos, como los que siguen usándose en algunas danzas del norte, todo ello bastante rústico y muy ligado, como cabe esperar, al mundo silvo-pastoril y ganadero.

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Estela de Extramiana, Cuesta Urria. Foto de Jose Antonio Sánchez.

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Estela de Quintanaseca, Frías.

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Estela de Villaventín, Junta de Traslaloma.

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Estela de Castro Siero, Valle de Sedano. Foto de José Antonio Abásolo.

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Estela de Tudanca, Los Altos.

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Estela de Renedo de Bricia, Valderredible. Colección Eugenio Fontaneda en Ampudia (Palencia). Fuente: Arribas Magro, 2017.

 

 

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Foto gracias a Javier Gómez.

Fuera de las Merindades, en Ubierna (Burgos) se encontró otra ligeramente similar que hoy día se encuentra en paradero desconocido. Se trata del fragmento superior de una estela, de presumible composición tripartita. Arriba tiene un frontón curvo y dos acroteras con muescas centrales muy desgastadas. El tímpano contiene tres rosáceas burdamente incisas, con pretensiones hexapétalas, la central, mayor que las laterales. Debajo, en el interior de dos hornacinas, aparecen sendas figuras humanas, la de la derecha, de tamaño mayor. A la izquierda dibujo de espiga, estilización de una conífera o un tejo.

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Estela de Buniel. Foto de José Antonio Abásolo.

En Buniel, un pueblo a 12 km de Burgos dirección Palencia, se encuentran tres lápidas figurativas, dos de bustos y la tercera de cuerpo entero. En el campo se contiene un grupo familiar formado por tres figuras que por los particulares anatómicos se reconocen, de izquierda a derecha, padre hijo y madre. Están de frente con los pies de perfil y los brazos extendidos pero no enlazados. La representación de las figuras es bastante esquemática y las letras de la inscripción muy toscas. Las tres lápidas forman parte, posiblemente como material reaprovechado, de la necrópolis medieval levantada sobre un antiguo asentamiento romano. En la actualidad se encuentran en una bodega del pueblo.

 

 

Este grupo de estelas encuentran sus paralelismos más cercanos en el original grupo de cinco estelas de Aguilar de Codés (suroeste de Navarra), con varias figuras humanas, vestidas habitualmente con saga, dentro de nichos, estudiadas hace años, entre otros, por A. Marcos Pous (1972), Castillo et al. (1981), García-Blázquez (1994), que se agrupan con algunas otras navarras (Gastiáin) y del otro lado del límite con Álava: Las dos de Contrasta y otra, quizá la mejor del lote, de Santa Cruz de Campezo.

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Ilustraciones de Alicia Mª Canto.

 

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Estela de Galdakao. Foto de José María Blázquez.

También en Galdakao, al lado de Bilbao, se documentan estelas morfológicamente similares a las presentadas en esta entrada. Desafortunadamente, muchos análisis comparativos publicados a nivel académico suelen estar relacionados con el lugar de procedencia/residencia del autor del texto: arqueólogos burgaleses tienden a establecer los mayores paralelismos de este tipo con estelas de la provincia de Burgos (algunas ciertamente similares, otras no tanto), mientras los autores vascos tienden a buscar mayores semejanzas en el grupo de estelas de Aguilar de Codés. Se trata de compartimentalizaciones políticas actuales que en nada ayudan e entender el contexto histórico que dio origen a estas representaciones funerarias. De hecho el análisis de todas estas piezas que estamos mostrando aquí corrobora la idea expresada ya hace años por Merino (1977) de que «hay que desechar los particularismos regionales y locales cuando se trata de este complejo de formas culturales que se ha denominado «romanización».

 

 

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Estela de Villoslada de Cameros, La Rioja. Foto de Alberto Tamayo.

En Villoslada de Cameros (La Rioja, cerca del límite con Soria) se encuentra otra estela funeraria con alguna similitud, hecha de granito local. Presenta un cuerpo rectangular rematado en fastigium con acróteras laterales. Los campos se delimitan con baquetón; en el frontón triangular un disco con cinco radios y puntos interradios. Debajo campo con tres perfiles humanos esquemáticos, finalmente el campo epigráfico rehundido, con el siguiente texto: D(is) M(anibus) MA(numentum) F(ecit)? / FAPMENVE / NEVOPALOIA/NI ALOESE P / an(n)o(r)um XV.

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Estela de Santervás de la Sierra, Soria. Foto de Carmen Merino.

En Santervás de la Sierra, a 9 km al NO de Soria, se localiza una estela hallada en 1930 y conservada actualmente en la iglesia museo de San Juan de Duero. Se trata de una lápida tripartita (como fueron probablemente muchas de las presentadas aquí en origen) de 1,22 metros de altura. En la parte central aparece un vano rectangular enmarcado con un fino listel y con tres figuras humanas en posición frontal y talladas en relieve plano.

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Estela de Monte Cildá, Palencia. Foto de Ana María Vázquez.

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Estela de Fresneda de la Sierra, Burgos.

Algunos autores (Merino, 1977) incluyen dentro de este grupo otras muchas estelas cercanas geográficamente como las de Monte Cildá (Palencia), Amaya, Fresneda de la Sierra, etc.. que a nuestro juicio resultan ya claramente distintas, como se puede observar en estos ejemplos.

 

 

Todas las estelas expuestas hasta aquí presentan una distribución muy característica, con un epicentro que parece estar radicado en la zona media-alta del valle del Ebro y prolongaciones hacia el área antaño celtíbera de Rioja, Soria y Burgos, así como hacia la costa vasca, en ámbitos o enclaves asociados casi siempre a una fuerte romanización y en la zona de influencia del antiguo y potente obispado tardorromano de Calahorra. La diócesis de Calahorra nace de la sangre martirial de san Emeterio y san Celedonio, derramada con toda probabilidad durante la persecución de Diocleciano a finales del siglo III (298). El martirio de los Santos invita a suponer la existencia, al menos, de un pequeño núcleo cristiano en la ciudad romana. En la segunda mitad del siglo IV, el poeta Aurelio Prudencio atestigua ya la existencia de la diócesis, con su obispo al frente, aportando incluso el nombre del primero históricamente conocido, Valeriano. Hasta allí acudían los cristianos de la comarca en busca de la protección de los Santos.

Hasta hace poco se ha considerado que estas estelas correspondían a un determinado sector geográfico y a un marco cultural concreto. Sin embargo creemos que el tema de figuras humanas dentro de arcos o bajo dintel con las manos enlazadas, unidas por los hombros o aisladas unas de otras, tiene una difusión que desborda los marcos étnicos locales puesto que comprende, entre otros y de Norte a Sur, Vizcaya : Galdácano, Meacaur de Morga y Zaldu; Burgos: Peña Amaya, Villaventin, Torres-Villatomil y Fresneda de la Sierra; Alava : Contrasta, Iruña, Narvaja, Santa Cruz de Campezu y San Martín de Galvarín ; Navarra : Aguilar de Codés, Arbaiza, Gastiaín, Estella, Marañón, Urabaín y Urbiola; Palencia: Monte Cildá, fechadas por las excavaciones en el siglo III; La Rioja: Nieva y Rasillo de Cameros y Montemediano ; Soria: Aguilera, Santervás de la Sierra y San Esteban de Gormaz.

De modo que si se encuentran en tierras que habían sido de várdulos también en las que pertenecieron a caristios, vascones, berones, cántabros, pelendones y arévacos. No hay por tanto posibilidad de atribuirlas a una unidad étnica, pues pertenecen a grupos tan distintos como de hecho, por ejemplo, son caristios y arévacos. Así lo lógico es pensar que su existencia nada tiene que ver con las viejas y ya prácticamente inoperantes circunscripciones territoriales de los pueblos prerromanos. En resumen, la Arqueología nos muestra cada vez con más claridad, conforme se va conociendo más y mejor la Hispania romana, que las manifestaciones culturales no son fenómenos localizados, sino que se extienden sobre amplias zonas, rebasando generosamente los límites de los subgrupos culturales prerromanos y los ámbitos locales de las ciudades, y que su aparición fuera de esos puntos no se debe a una irradiación desde ellos como» centros originarios. En nuestra opinión son fruto de influencias varias  sobre un sustrato general de la segunda Edad del Hierro y en el que la iglesia cristiana empieza a tener ya cierto protagonismo, además de tener que ver con una mentalidad, una tradición, unas creencias y unas modas generalizadas en una amplia zona durante el Imperio (Merino 1977).

Bibliografía:

Abásolo, J.A. (1984). Recientes Hallazgos de lápidas romanas en la provincia de Burgos.

Abásolo, J.A., Ruiz, I., Campillo, J. y Hernando, H. (). El castro de La Polera en Ubierna y los yacimientos arqueológicos del sur de Las Loras.

Blázquez, J.M. (1974). Estela de Galdácano.

Canto, A.M. (1997). La Tierra del Toro. Ensayo de identificación de ciudades vasconas.

García Ariza (1991). Estelas decoradas de Aguilar de Codés. Onomástica y tipología indoeuropeas.

García Merino, C. (1977). Acerca de algunas estelas hispano-romanas de la Meseta.

Hispania Epigraphica Online Database.

Vázquez Hoys, A.M. (2012). La estela de la confusión. CIL II 6338v y los fantasmas.

Agradecemos al arqueólogo Rafa Varón su aportación para completar la información de este post.

La solana losina y la «morisca»

Llevamos ya un tiempo dando a conocer las casas con solana o balcón característico y prototípico de la casa solariega montañesa, como el ejemplo que acabamos de publicar esta mañana. Pero en Merindades (y en Cantabria) también existen otras tipologías arquitectónicas con solanas bien diferentes.

Un modelo distintivo es la SOLANA LOSINA: Más pequeña, centrada (sin ocupar toda la fachada de punta a punta) y a menudo encastrada en la pared y/o protegida por un quiebro en el caballete de la cubierta que hace que el tejado sea a tres aguas en vez de a dos. De hecho, la forma del tejado es casi tan característica de esta zona como la propia solana, llamándose MORISCA por las Encartaciones.

Este tipo de balcones se localizan fundamentalmente en el Valle de Losa y Valdegovía, mostrando una vez más las estrechas relaciones culturales que mantienen estas dos zonas desde tiempos ancestrales. También existen ejemplos esporádicos (y mezclados con otras tipologías) por otras zonas del oriente de las Merindades (Mena) y de Cantabria (este del Asón), en Carranza y las Encartaciones, en una zona que coincide, grosso modo, con el territorio que ocuparon los autrigones prerromanos desde el Ebro hasta Castro Urdiales. Y es que estamos probablemente ante la forma constructiva más antigua de toda esta zona, con varios siglos de presencia en el lugar.

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Casa en Villaluenga de Losa.