El Ducado de Cantabria. 581-768 dC

El ducado de Cantabria o provincia de Cantabria fue una región administrativa o militar del reino visigodo de Toledo, surgida como consecuencia de la anexión de las tierras de las actuales Cantabria, Montaña Palentina, Merindades, y zonas próximas (a este y oeste) por parte del rey Leovigildo en su campaña de 574. Toda la zona cantábrica había pertenecido hasta entonces a la órbita sueva con mayor o menor intensidad según la propia dinámica interna del reino. En 572, el rey suevo Miro atacó a los insurrectos astures y cántabros (ruccones) en tierras que en otros tiempos habían pertenecido a la provincia Gallaecia y se afianzó en la zona, lo que motivó una respuesta contra los suevos ese mismo año por parte de Leovigildo, que fue la antesala de la desaparición definitiva del reino suevo de la Gallaecia en el 585.

Mientras tanto, por el este del Ducado de Cantabria se estaba experimentando (probablemente desde la batalla de Voillé en el 507 que constató la supremacía de los francos sobre los visigodos) una penetración de vascones aquitanos en Hispania que cristalizó en el ducado también fronterizo pero merovingio de Vasconia en el 602, con unas características en principio similares a las del Ducado de Cantabria (ejercer un mejor dominio militar sobre la zona, recaudación de impuestos y administración de la justicia), pero controlado en última instancia desde el reino franco. Dicho ducado llegaba hasta la llanada alavesa y Pamplona. De hecho, el propio Ducado de Cantabria no fue provincia visigoda durante un tiempo impreciso (desde poco después de su teórica conquista por Leovigildo hasta el 612 con Sisebuto) y su dux Francio rindió tributo a los reyes francos y no a los visigodos.

Entre 711 y 712, Táriq ibn Ziyad conquistó con su ejército Amaya, la capital del ducado de Cantabria. El dux Pedro de Cantabria se refugia entonces tras la cordillera. Allí combina sus fuerzas con las de Pelayo para combatir a los invasores musulmanes, a los que derrotan en la batalla de Covadonga. El hijo de Pedro de Cantabria, Alfonso I el Católico y varios nietos suyos fueron elegidos reyes de Asturias por la nobleza asturiana. A partir de entonces, el ducado de Cantabria pasa a estar integrado ya en este nuevo ente territorial llamado Asturias. Fue cedido por Alfonso I a su hermano Fruela una vez consiguió el trono de Asturias, por lo que el ducado pervivió como división territorial hasta el 768 (fecha de la muerte de Fruela), cuando fue dividido en condados.

Los límites hipotéticos del ducado de Cantabria siguen sin estar del todo claros hoy en día. Varios han sido los historiadores que han propuesto una delimitación de este territorio, con mejores o peores bases científicas, tales como Martínez Diez, González Echegaray, García González o Pereda de la Reguera.

Os presentamos, en absoluta primicia, el mapa que hemos elaborado los administradores de esta página sobre los límites del antiguo Ducado de Cantabria y que esperamos que sea de vuestro agrado.

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Cocido de titos

El TITO (Lathyrus sativus) es una de esas legumbres que ya no se ven en los mercados. En nuestra comarca se ha cultivado desde tiempos inmemoriales, junto a otras leguminosas como YEROS (parecidos a lentejas pero más grandes), ARVEJAS (parecidos a guisantes pero planos), trigo y/o cebada, todas juntas en una misma finca. Esta mezcla de legumbres y cereales, denominada COMUÑA, se segaba después, se trillaba, se molía el grano y se daba todo como alimento al ganado. Eran plantas semidomesticadas, muy poco exigentes en suelos y agua pero de gran valor nutritivo, por lo que fueron desde siempre muy apreciadas por los ganaderos montañeses.

Las arvejas y los titos se han utilizado también para consumo humano en épocas de escasez. Aunque el consumo de titos de forma continuada (a diario durante más de 2 meses seguidos) se ha relacionado con alguna enfermedad neurotóxica, su consumo ocasional no conlleva ningún problema médico y a su alto valor nutricional se añade la posibilidad de probar uno de los platos más auténticos y genuinos de las Merindades.

 

Fotos de Guillermo Díaz.

 

RECETA

Tal vez algunos de vosotros hayáis probado ya los titos de Gamonal, con su ajo, su cebolla, su laurel, su morcilla y sus pimientos choriceros. Aquí os dejamos otra receta tradicional de cocido con titos.

12729105_784838308313532_207766320693396502_nPonemos los titos a remojo la noche antes de cocinarlos. Escurrimos los titos y los ponemos en una cazuela. Añadimos la carne de morcillo, los chorizos, la morcilla, el tocino, un poco de sal y lo cubrimos todo con agua. Lo dejamos cocer, a fuego lento, durante unas 2 horas, hasta que los titos estén tiernos. Cuando acabe la cocción, sacamos los tilos para una fuente con el resto de los ingredientes y dejamos el caldo en la cazuela. Ponemos el caldo a fuego vivo –si queda poco caldo se puede añadir más agua– y cuando empiece a hervir echamos los fideos (un puñado pequeño por persona). Los dejamos cocer de 
10 a 15 minutos, hasta que estén hechos y ya lo podemos servir.

 

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Foto de lasrecetasdecarol.com

 

 

Extracción tradicional de turba en Valdebezana

«La turba extraída con la labor de sus manos la secan más con el viento que con el sol y calientan con esa tierra sus alimentos y sus cuerpos tiesos por el viento del norte» Plinio, Naturalis Historia, 75 dC.

Las turberas son biotopos que tardan miles de años en desarrollarse. Los brezos y el musgo que crecen en ellas, al morir, quedan inmersos en un ambiente encharcado, que evita que se pudran. Así, las capas inferiores se van convirtiendo en turba.

La turba se ha empleado tradicionalmente como combustible en las cocinas de amplias zonas del Norte y Oeste de Europa. Sin embargo, en España las turberas son mucho más raras y la disponibilidad de fuentes de calor alternativas como la leña es mucho mayor. Esto hizo que su uso con este fin fuese aquí muy ocasional. La única turbera que conocemos utilizada tradicionalmente como combustible es la conocida como TURBERA MARGARITA de Herbosa y Arnedo y otras turberas próximas de San Vicente de Villamezán (Valle de Valdebezana). Es el carbón más inferior, no da llama ni mucho calor. Pero era uno de los combustibles más accesibles en la zona.

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Un carro cargado de turba para calentarse, una paisana con un cuévano… Podría ser Valdebezana a principios del siglo XX pero es una imagen del condado de Kerry en Irlanda.

El proceso de preparación de la turba es lento y complicado. Tras la labor de la trilla de la mies (agosto) solía venir esta tarea. Se extraían los trozos totalmente empapados del suelo de la turbera con una pala plana normal y corriente. No tenemos noticias de que se utilizasen herramientas como las que aparecen en las siguientes fotos, propias de Irlanda. Por ejemplo, en San Vicente no se usaba ninguna pala especial y se extraía en bloques cúbicos que luego se partían para que secasen.

 

 

En la misma turbera se apilan, para que el aire y el calor del final del verano los vaya secando.

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Cada vecino tenía asignada una zona de la turbera de donde extraer el combustible, y otra para el secado.

En poco más de un mes la turba desprende gran parte de la humedad, pierde peso y abandona su consistencia elástica, endureciéndose considerablemente. Es entonces cuando los trozos de turba se transportan en el carro hasta la vivienda, almacenándose apilados en los portalones y/o en el bocarón (puerta exterior) del pajar, para evitar que entrase la humedad. Una casa normal gastaba hasta un carro entero de turba al mes durante unos diez meses al año.

En el bocarón del pajar se colocaban también los «tarrones» que se usaban para encender. Prendían mejor que la turba ya que tenían mucho musgo seco y raíces de berezo, estos tarrones son la corteza exterior que se quitaba para acceder a la turba. En San Vicente, como no hay monte como en Santa Gadea y por lo tanto, la leña escaseaba, los «tarrones» era el combustible que se quemaba en el llar para cocer las patatas para los cerdos y para ahumar la carne para su conservación.

Texto de Josu Aramberri complementado con información de Jose Antonio Sáinz.

 

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Marcelino López con su carro lleno de turba en San Vicente de Villamezán, Valle de Valdebezana. Foto de Vicente López.

 

Necrópolis de Peña San Clemente o «Tumbas de los moros», Valle de Tobalina

Las tumbas excavadas en roca son muy comunes en prácticamente toda España. Su cronología abarca un amplio espacio temporal que va desde el final del Imperio Romano hasta plena Edad Media (siglos V-siglo XI). Todo este período se caracteriza por una escasa presencia de élites dominantes en el rural y una preponderancia de las propias comunidades rurales. En este espacio tan poco definido aún no existían las aldeas como las conocemos hoy en día, ni mucho menos había un templo cristiano en cada pueblo. Muchas de estas necrópolis están ubicadas en lugares apartados pero equidistantes de varias aldeas actuales, sitios señalados y preponderantes del entorno inmediato, lo que hace pensar que fueron utilizadas por varias comunidades de alrededor.

En Merindades y zonas próximas se conocen 16 conjuntos de tumbas de este tipo con más de 10 enterramientos, localizados especialmente en Valderredible, Valle de Sedano, Valdegovía, Castilla Vieja y Tobalina.

Foto de Alfonso Pereira.

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Fiestas del gallo en Merindades

Coincidiendo con estas fechas de Carnaval, en varias zonas de la comarca se celebraban una serie de fiestas con el gallo como involuntario protagonista.

En la Merindad de Sotoscueva se celebraba la CORRIDA DEL GALLO. Guerra (1973) lo describe así: «Tenía lugar en el mes de febrero. Los niños corrían en medio de la algazara general detrás de un gallo soltado en la pradera. Después de que uno de los participantes conseguía cogerlo tres veces, lo enterraban en un hoyo excavado en la tierra con la cresta afuera. El acto era acompañado de rimas y cantos populares.

En la Merindad de Valdivielso (El Almiñé, Quecedo) se celebraba la DANZA DEL GALLO el martes de Carnaval. Era así: «Chicos y chicas bailaban alrededor del gallo dando cada uno tres vueltas en tomo a un gallo sujeto a un palo clavado en la tierra, pero solamente la última joven (elemento femenino) le cortaba la cabeza con la espada. Un dato probablemente alusivo a la antigüedad de esta danza se halla en el hecho de ser ejecutada con una dulzaina de barro cocido». Hoy se sigue celebrando esta fiesta en El Almiñé pero modificada para no torturar al animal.

Tradiciones y ritos similares se realizan o han realizado en muchas otras zonas del ámbito indoeuropeo. Para Caro Baroja, el gallo es una especie de símbolo de la vida, el expulsor de la muerte, de los espíritus malignos, diablos, brujas, etc., en el folklore indoeuropeo en general. En la Edad Media y Moderna se asoció a motivaciones cristianas: «Carnestollendas quiere dezir privación de carnes, y a esa causa se corren los gallos, que son muy lascivos, para significar la luxuria que deve ser reprimida en todo tiempo y en especial en quaresma» (Alexo Venegas, 1565).

En las fotos: gallo enterrado hasta la cabeza en una fiesta similar a la que se hacía en Sotoscueva y dulzaina de barro similar a la que se usaba antiguamente en El Almiñé.

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