¿QUÉ SON?
Cualquier viajero que se haya movido por las carreteras de Las Merindades, Cantabria, Asturias y sitios cercanos habrá tenido la oportunidad de fijarse en unas curiosas construcciones algo alejadas de los pueblos, de tamaño diminuto, similares a un chozo de pastores en cuanto a su tamaño pero de mucha mejor factura, con piedra labrada, arco de medio punto y tejado a dos aguas, en cuyo interior suele encontrarse un crucifijo de madera con otros elementos propios de la iconografía cristiana y en ocasiones unas ofrendas en forma de velas o flores. Los mejor conservados cuentan incluso con un cepo para la recogida de limosnas. En Merindades se les llama Capillas de Ánimas o Ánimas a secas y en el resto de Cantabria Santucos con Asubiaderu (“resguardadero”).
Hoy vamos a conocer un poco más sobre el origen, significado y extensión de este tipo de construcciones.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Desde época prerromana y casi hasta nuestros días, fue común la colocación de símbolos religiosos al borde de los caminos. Estos símbolos podían indicar encrucijadas, demarcar territorios, o por el contrario como fue común en época romana se colocaban ex voto, (por un voto) o ex devotione (por devoción) que se tenía a ciertas divinidades como los Lares Viales o los Compitales. Los Lares fueron los dioses romanos que, junto con Júpiter, tuvieron una mayor aceptación en las provincias hispanorromanas y, de manera especial, en el Noroeste peninsular, en contraste con lo que sucedería en el resto del Imperio.
Uno de los mejores ejemplos que conocemos de época romana es un templete ubicado en la cabecera del puente de Alcántara, Cáceres. Está dedicado a Trajano y a los dioses romúleos. Se trata de un pequeño templo de 5,86 metros de largo, 4,10 de ancho y 6,61 de alto con dos columnas toscanas a ambos lados, de piedra de granito y techumbre a dos vertientes. Su planta es rectangular y pertenece al sencillo templo del tipo «in antis».
El sincretismo cristiano tal vez ayudase a mantener esta devoción en caminos y encrucijadas, creencia que podría haber llegado hasta nuestros días. Hay autores como Gonçalves (1959) o Chaves (1932) que rechazan esta vinculación, no sólo porque entre unos y otros altares haya un lapso temporal de más de mil años, sino por ser muy diferentes las intenciones religiosas: protección de los cultivos y de los viajeros expuestos a los peligros y calamidades de los caminos frente a la muda petición de una oración por las ánimas de los difuntos. Sin embargo, otros como Pérez de Castro (1978) consideran que no es la continuidad del hecho concreto, ni la analogía teleológica la que determina su origen, sino la importancia, la “terca vivacidad” de los cruces de caminos en los cultos paganos y su incorporación por la Iglesia.
ORIGEN
El origen inmediato de las ánimas podemos situarlo en torno al siglo XVI, aunque no será hasta el siglo XVIII cuando se construyan con más profusión. La veneración a las ánimas experimenta un resurgimiento como consecuencia de la Contrarreforma que revitaliza su culto y fomenta su representación simbólica, reaccionando frente al protestantismo que negaba la existencia del purgatorio y por lo tanto el valor de los sufragios, tan del gusto de la iglesia católica. La finalidad de estas construcciones populares era la de ofrecer limosnas de todo tipo (flores, cera, patatas, maíz, pan, aceite…), a las ánimas que no encuentran descanso en el Purgatorio, para que alcancen la felicidad en el Cielo; una vez liberadas intercederán por quien hizo la ofrenda, y este dinero se destina a dar misas por los difuntos.
Su ubicación en las orillas de los caminos o en las encrucijadas es ideal, tanto por su vinculación al mundo sobrenatural (por ejemplo, a la aparición de la procesión de los muertos) como por ser los espacios más propicios para su acción petitoria. Las motivaciones para la creación de estos oratorios, asocian dos aspectos, un beneficio para la comunidad al mantener el recuerdo de las ánimas y contribuir a su redención, y una aportación en forma de buena acción de su fundador que le será de utilidad en el momento de rendir cuentas ante el Altísimo.
«Ánimas del Purgatorio / son las que están a tu puerta / si nos dais una limosna / tendréis la Gloria muy cierta. / ¡Ay, ay, ay! que aquí me abraso / ¡ay, ay, ay! que aquí me quemo / ten piedad de nuestras almas / que están pasando tormentos»
CARACTERISTICAS DISTINTIVAS
Conviene diferenciar este tipo de elementos patrimoniales de otros cercanos con características similares.
Galicia: En este país existen dos grandes tipos de construcciones religiosas viarias: los cruceiros y los petos de ánimas. Cruceiros hay muchos (se calcula que unos 12.000) pero pocos tienen este sentido de honrar a las almas del purgatorio. Siguiendo a Risco, “los hay en cruces de caminos, sustituyendo, quizás, antiguos altares o monumentos paganos dedicados a los Lares Viales o a las divinidades indígenas que los precedieron, los hay que son cruces “de término”, en las lindes de las feligresías o de los antiguos cotos, recordando la antigua consagración de las fronteras; los hay que marcan las estaciones del “vía crucis”, los hay que recuerdan una muerte, o hechos trágicos, como fusilamientos en tiempos de guerras civiles o otras”. Una construcción más próxima serían los petos de ánimas o esmoleiros (esmola=limosna), menos comunes pero presentes también en el paisaje rural gallego. Estos petos sí tendrían el mismo sentido que nuestras capillas de ánimas, pero su morfología es distinta, ya que la imagen suele estar en una pequeña hornacina y no existe un espacio para resguardarse de la climatología. Otro elemento de menor relevancia son los milladoiros o amilladoiros, traducible como humilladero, pero que en Galicia hace referencia exclusivamente a un montículo de piedras que a lo largo de los siglos ha ido formándose en lugares devotos.
En Asturias ya empiezan a aparecer construcciones similares a nuestras ánimas. Se trata de las Capilles de Ánimes u Oratorios de Ánimes, virtualmente idénticos a los ejemplos con los que contamos en Las Merindades y ubicados en los mismos sitios. Existen también otros varios ejemplos de arquitectura religiosa popular, entre los que destacan las cruces, llamadas comúnmente oratorios cuando están dedicadas a algún santo o virgen, pero que no suelen representar a las ánimas del Purgatorio. Hay cruces de piedra para el Vía Crucis y también Altarines del Corpus que suelen estar donde llegan procesiones, corpus y otras fiestas. También hay algún miadoiru o humiadoiru, pero no con el significado gallego de montón de piedras sino con el castellano de cruz de piedra (es decir, virtualmente idénticos a los oratorios pero llamados de otro modo). Estos humiadoiros suelen estar ubicados normalmente en el Camino Primitivo a Santiago. Humiadoiros cubiertos con techo y cuatro columnas labradas solo conocemos el de Cudillero, consagrado al Santo Cristo del Humilladero.
Cantabria cuenta con una buena oferta de elementos religiosos de este tipo. A las cruces de piedra, sean cubiertas o no, se las denomina Santucos de Ánimas cuando en la mitad inferior del fuste de la cruz, por norma general, conlleva una representación de las ánimas del Purgatorio, y Cristucos cuando tienen otros motivos que no tienen relación con las ánimas (flagelación y desenclave de Cristo, la Dolorosa,…). Por supuesto también existen las meras cruces de piedra sin decoración y ubicadas a lo largo de un Vía Crucis de una parroquia o en lugares donde han ocurrido hechos trágicos y luctuosos, con o sin literatura sobre los hechos acecidos en el lugar. Pero lo más interesante para nosotros es que toda Cantabria está repleta de santucos de ánimas que en vez de estar en una cruz expuesta a los elementos aparecen resguardados en un asubiadero, donde se protegen de los elementos al estilo de las capillas de ánimas asturianas. Estos asubiaderos con santucu se diferencian de nuestras ánimas o capillas de ánimas exclusivamente en el nombre.
Castilla: La tipología más común es la cruz de piedra, de grandes dimensiones y compuesta por un plinto de uno, dos o tres escalones, una columna con o sin base, de fusta estriada, lisa o con decoraciones alegóricas sobre la que se sitúa un capitel y rematada por la cruz propiamente dicha, a veces con escenas e imágenes grabadas. Los propósitos de estas cruces llamadas comúnmente humilladeros, son muy variados, desde el cuidado de las almas del purgatorio (las menos) hasta funciones administrativas y judiciales (en el caso de antiguas picotas o rollos jurisdiccionales reconvertidos tras la caída del Antiguo Régimen). Algunos de estos humilladeros presentan una protección arquitectónica compuesta por un techo a cuatro aguas y columnas de piedra labrada, adquiriendo una cierta monumentalidad por su tamaño y relevancia artística. También existen humilladeros con aspecto de pequeñas ermitas, pero en cualquier caso suelen ser mucho más grandes y más vistosos que los meros asubiaderos que recogemos en este mapa y que son típicos del ámbito montañés y cantábrico.
EJEMPLOS EN LA CANTABRIA BURGALESA
El presente mapa recoge todas las ubicaciones que conocemos hasta la fecha de este tipo de capillas en Las Merindades. Mapa realizado gracias a los datos facilitados por Eduardo Montañés, Andrés Correo Matas, Borja González y varios otros informantes de Facebook. ¡Gracias a todos!
A continuación os mostramos una selección de imágenes de distintas capillas de ánimas situadas en nuestra zona.
Entre Soncillo y Quintanaentello, Valle de Valdebezana.
Brizuela, Merindad de Valdeporres.
Casillas, Villarcayo.
Hornillalastra, Merindad de Sotoscueva.
Villasana, Valle de Mena (Foto de José Íñigo Otaola).
Montejo, Alfoz de Bricia.
Quintanilla, Santa Gadea del Alfoz.
Munilla, Valle de Valdebezana.
San Vicente de Villamezán, Valle de Valdebezana.
Oteo de Losa, Medina de Pomar.
Virtus, Valle de Valdebezana.
Linares, Merindad de Sotoscueva.
El Almiñé, Merindad de Valdivielso.
Momediano, Medina de Pomar.
Santa Coloma del Rudrón, Sargentes de La Lora.
Agradecimientos:
Texto gracias a varias páginas web y los comentarios de Angel Neila, Xurde Morán y Eduardo Montañés.
Bibliografía:
Sánchez Trujillano, M. T. y Gómez Martínez, J. R. (1978). «Los santucos montañeses». Narria: Estudios de artes y costumbres populares (12): 33-35.
Sánchez Trujillano, M. T. (1976). «Humilladeros de La Montaña. Los “Santucos de las Ánimas”». Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore Hoyos Sainz (VIII): 259-276.