El hidrónimo y topónimo Úrbel (o Urbel, que así se llamaba hasta 1997) es una palabra curiosa que, por su cierto “sonsonete” (como diría Caro Baroja) o sonoridad vasca sigue siendo, en pleno siglo XXI, fuente de creencias erróneas generalizadas. Errores propagados por unos pocos y aceptados por muchos otros, que no sólo afectan al conocimiento sobre el origen de la propia palabra en sí, sino también con implicaciones histórico-nacional-territoriales claras.
Aunque el supuesto origen vasco de Úrbel era ya mencionado (y rebatido) desde mucho antes (véase por ejemplo, Huidobro Serna, 1909), el investigador que se constituyó en una referencia al respecto fue el gran lingüista Antonio Tovar (1911-1985), reconocido falangista, rector de la Universidad de Salamanca y profundo conocedor de la lengua vasca, que empezó a aprender esta lengua cuando su padre ejercía de notario en Elorrio. Tovar (1955) sugiere partir del étimo *urbeltz ‘agua negra’ (ur ‘agua’ + beltz ‘negra’) para explicar la etimología de la voz Urbel. El autor compara nuestro hidrónimo con vocablos como goibel ‘cielo oscuro’, ‘nube’: obel (<*ortz-bel). “Casi seguro-escribe- debe su nombre a colonos vascos en la repoblación, si nos fijamos en que entre los pueblos de la región están Pradilla de Hoz de Arreba, dos Villabáscones en los partidos de Villarcayo y Sedano y un Basconcillos del Tozo en Villadiego”.
Lo primero que resulta llamativo en un lingüista de su talla es que no fuese capaz de apreciar la diferencia radical existente entre cualquier pueblo llamado Villabáscones, Basconcillos o similares y los pueblos con nombres genuinamente vascos, como Orrantia o Artieta en el Valle de Mena o Murita o Zaballa en el Valle de Losa. En cualquier caso, esta explicación ha sido el pilar fundamental sobre el que se han apoyado muchos otros para concluir que en la zona de Las Loras se hablaba vasco al menos desde la época de las repoblaciones medievales, cuando no directamente desde la noche de los tiempos. Ha servido incluso para elaborar teorías aún más peregrinas como que los cántabros hablaban vasco o, directamente, que los vascos se extendían en tiempos pretéritos hasta Las Loras y más allá.
Pero en contra del origen vasco de Urbel existen varios indicios de cierto peso. En primer lugar, no hay ninguna constancia de que el agua de este río sea negra en absoluto y tampoco se ha encontrado ninguna relación en este sentido con otros topónimos cercanos o leyendas de la zona. Un segundo argumento es que los hidrónimos son habitualmente las palabras que conservan mejor los sustratos lingüísticos anteriores. Por ejemplo, está perfectamente documentado que en prácticamente todo el actual País Vasco no existe ningún río con nombre íbero o euskera (Villar y Prósper, 2005), de lo que se deduce (de éste y otros argumentos lingüísticos) que ni siquiera en el País Vasco se hablaba vasco en tiempos prerromanos. Al contrario que en la Sierra de la Demanda burgalesa, aquí no está documentada la llegada de grandes contingentes vascos durante esa época, y sí que se observa, en cambio, la pervivencia de un fuerte sustrato cántabro, mayor que por ejemplo en algunas zonas de Las Merindades. En consecuencia, parece poco probable que el antiguo nombre indoeuropeo o celta del río mudara a uno vasco en la Edad Media.
Además, existe el problema de la evolución de esta palabra a lo largo de los siglos. La forma documentada más antigua del nombre no es Úrbel ni Urbel sino ULVER o Uluer. Así aparece recogido en uno de los documentos más antiguos que se conocen, un legajo del año 1121 en el que la condesa Anderquina, una noble que apela a su estirpe CÁNTABRA, dona unas propiedades al Obispado de Burgos. Este documento es citado por el Padre Flórez en el tomo XXVI de su España Sagrada (publicada en 1771) y nos parece tan interesante que reproducimos íntegramente aquí.
ULVER ya nos ofrece todo un nuevo ámbito de explicaciones etimológicas. Algunos la derivan del hidrónimo celta Elauer, nombre antiguo del río Allier, afluente del Loira en Francia. Para otros procede de Ul- / Ultra- (más allá) y -ver / -verede (ver). El nombre de Úrbel querría decir por lo tanto «OTEADERO» o «lugar para mirar a lo lejos». Y esta explicación sí se corresponde perfectamente con la utilidad de atalaya que podría haber tenido el cerro del castillo de Úrbel desde la antigüedad. Existe otro enclave sorprendentemente parecido al castillo de Urbel pero localizado en la comarca del Bierzo, al que llaman CASTILLO DE ULVER. Más conocido como Castillo de Cornatel, perteneció a la Orden del Temple y aparece referenciado con el nombre de Ulver desde el año 1065.
El proceso de cambio de lugar de las dos consonantes ULVER > URBEL se conoce en lingüística como METÁTESIS. Es un tipo de metaplasmo relativamente común en nuestro idioma y de él existen numerosos ejemplos en la evolución del latín al castellano actual: parabola > palabra, animalia > alimaña, integrare > entregar, etc… La metátesis sigue siendo un fenómeno bastante extendido en el español de hoy día, con ejemplos que (aún) no son admitidos por la RAE, como cocreta por croqueta, dentrífico por dentífrico o metereología por meteorología.