El castro de Momediano ocupa al menos unas 11 hectáreas en un típico emplazamiento en espigón calizo, común a muchos otros castros de la zona (San Pantaleón de Losa, Brizuela, Argés, Cidad de Ebro, Gredilla de Sedano, Arnedo, etc.). Está situado entre los pueblos de Momediano, Paresotas y Pérex de Losa, los tres pertenecientes desde antiguo a la Merindad de Losa (Junta de Oteo), aunque desde 1981 adscritos al municipio de Medina de Pomar.
Sacristán de Lama y Ruíz Vélez (1985) lo consideran cántabro, y es posible que así fuese, dado que tanto este emplazamiento como los cercanos de Villaluenga y San Pantaleón de Losa están ubicados en la margen derecha del Jerea y con sus mejores defensas naturales mirando hacia el este. Pero también es posible que la zona experimentase un abandono por parte de sus pobladores cántabros para ser reocupada durante las guerras cántabras por autrigones, tradicionales aliados de Roma (Solana, 1978; Iglesias y Ruíz, 2002). Lo poco que se conoce de Momediano muestra que es uno de los escasos castros de Merindades que no fueron abandonados tras la conquista romana (San Pantaleón es otro ejemplo) y toda la zona de Valdegovía y Losa fueron después fuertemente romanizadas, con asentamientos, calzadas, villas latifundistas y explotaciones salinas.
La Ermita de Nuestra Señora de Castro o de Santa Petronila se encuentra enclavada a los pies del recinto castreño y es, desde tiempo inmemorial, lugar de peregrinaje anual para las gentes de los pueblos del contorno: Momediano, Paresotas, Pérex, Oteo, Robredo, etc.. (también San Pantaleón acoge una romería de cierto arraigo).
La continuidad poblacional que experimentó este enclave durante el período romano y tardoantiguo probablemente fue el elemento fundamental que le permitió mantener mucha más viva la memoria colectiva asociada a su función religiosa, inicialmente de carácter pagano. Cuando el castro quedó desfuncionalizado y se formalizan los asentamientos en aldea, siguió manteniendo su papel de centro jerárquico pero ya sólo de tipo religioso y adaptada al cristianismo (Martín Viso, 2002). La vigencia de romerías de este tipo puede deberse también a la necesidad de ahuyentar cualquier atisbo del mal proveniente de culturas paganas o la de crear un espacio sagrado distante de los núcleos de población donde reina el pecado, para cumplir así con la eterna simbología del peregrinaje (Sánchez Ferrer, 1993).
Los castros como centros simbólicos de la comarca.