Necrópolis de San Juan de la Hoz, Cillaperlata. Posible pervivencia de ritos funerarios paganos en plena Edad Media.

En Merindades contamos con un gran número de necrópolis excavadas en roca y cuya datación exacta sigue planteando en la actualidad serias dificultades, derivadas de que en la mayor parte de ellas solo han llegado hasta nuestros días la talla en la roca. Por ello resultan especialmente interesantes analizar los escasos ejemplos que han sido excavados arqueológicamente y en los que se han encontrado las sepulturas intactas.

La necrópolis altomedieval de San Juan de La Hoz en Cillaperlata es uno de estos casos. Situada al lado del antiguo monasterio paleocristiano de San Juan de la Hoz, precursor del de Oña, está compuesta por 82 tumbas excavadas en la roca. Durante los años 1979-1986 se realizaron excavaciones arqueológicas en 74, recuperándose un total de 67 individuos: 37 hombres, 22 mujeres, 5 niños y 3 indeterminados. Fueron datados por las directoras del yacimiento como correspondientes a un amplio período histórico comprendido entre la segunda mitad del siglo VIII y el siglo XI, que coincide con los años que transcurren entre la fundación histórica del monasterio en el 790 (se han encontrado restos visigodos por lo que su origen es casi seguro que es anterior) y su subordinación al cercano monasterio de Oña fundado en el 1011.

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Parte de la necrópolis en la actualidad (Foto de Entusviajes).

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Momento de las excavaciones (fotos a través de la Asociación de Estudios Onienses).

 

Llama la atención el escaso número de individuos infantiles encontrados y la especial prevalencia de enfermedades artrósicas, caries y, en menor medida, callos de fractura (fracturas óseas no tratadas correctamente) en huesos de la clavícula y costillas. Se trata de una población homogénea, sedimentaria y estable, cuya economía fundamental era la agrícola y en la que no se observan signos indicativos de catástrofe natural o artificial (epidemias, hambre, guerras, etc.) (Martinez, Nieto, Díez y Ulla, 1992).

Tal vez más interesante que el análisis paleopatológico sea el análisis de los ritos funerarios que pueden deducirse de los numerosos restos encontrados, que nos acercan al mundo de las creencias en esa zona tan especial que rodea al castellum tardorromano y visigodo de Tedeja (Trespaderne).

ORIENTACIÓN DE LAS TUMBAS

Lo primero que llama la atención es la orientación de las tumbas. Todas ellas están orientadas con la cabeza hacia el oeste y los pies hacia el este, siguiendo un patrón común al resto de necrópolis altomedievales de la zona. Esta orientación puede deberse a una pervivencia del culto solar en relación con la muerte, ya que la puesta del sol señalaría la región de los muertos. Pero también puede ser un rito eminentemente cristiano al situar la cabeza mirando hacia Jerusalén, hacia la luz de la verdadera vida.

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Plano y orientación de las tumbas.

 

Sin embargo, las tumbas no se sitúan en un eje oeste-este perfecto, sino más bien siguiendo un patrón NO-SE, lo que proporciona datos acerca de la época del año en que fueron construidas. En efecto, dado que el sol únicamente se oculta por el oeste exacto en los equinoccios y que durante el resto del año se desplaza más hacia el norte o hacia el sur de este punto cardinal, los arqueólogos llegaron a la conclusión de que este tipo de tumbas excavadas en piedra fueron hechas evitando los meses de más calor y de mayor frío, concretamente entre febrero-junio y agosto-noviembre (Andrio, Loyola, Martínez y Moreda, 1992).

LIBACIONES Y MONEDAS

Otros datos sumamente interesantes son que en varias de las losas de cubierta halladas se encontraron pequeños orificios circulares a la altura de la cabecera destinados a la antigua costumbre romana (pagana) de hacer libaciones al difunto. Además, en las tumbas situadas en el interior del templo románico superpuesto al visigodo, se encontraron monedas colocadas en las manos de los difuntos, siguiendo también un ritual o costumbre pagana.

Cuando se habla de paganismo en este yacimiento debemos asociarlo no con creencias prerromanas sino con los rituales funerarios romanos anteriores al cristianismo. El ritual funerario característico de los pueblos prerromanos de la zona (cántabros y autrigones) fue la incineración. En la antigua Roma coexistieron los dos principales ritos funerarios: la inhumación y la incineración, aunque con el ascenso del cristianismo la inhumación fue adquiriendo una mayor importancia y todo apunta a que hacia el siglo II dC la incineración deja de utilizarse en todos los rincones del imperio.

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Algunos ejemplos de estelas oikomorfas burebanas, con la puerta de Hades que podría haber servido de canal para las libaciones realizadas como homenaje al difunto.

 

Las libaciones consisten en ofrecer bebidas de diverso tipo a los dioses o a los difuntos. Fue una costumbre común en las religiones griega y romana. Procopio, mártir de Palestina, fue uno de los primeros cristianos en oponerse públicamente a esta costumbre y fue por ello decapitado en el 303 dC. En el 390, el emperador Teodosio (nacido en la Gallaecia) prohibió expresamente las libaciones aunque este rito siguió estando vigente en las religiones judía y musulmana con pruebas arqueológicas de que en plena Edad Media se seguían realizando libaciones a los difuntos enterrados en necrópolis hispanas de la época. Nada hace sospechar que la necrópolis de San Juan de la Hoz acogiese a miembros de estos dos colectivos por lo que solo caben dos explicaciones alternativas: 1. O la necrópolis es más antigua de lo que afirman sus excavadoras, o 2. Cillaperlata conservaba en el siglo VIII una población aislada de personas que seguían aferradas a creencias y tradiciones de hace siglos, de cuando la zona estuvo fuertemente romanizada como parte del discutido “limes interno” o línea fortificada romana que discurría al menos desde Mave (Montaña Pelentina) hasta Buradón (Conchas de Haro) y que servía para vigilar a los cántabros del norte y tener aseguradas las zonas más romanizadas del Alto Ebro.

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Pátera romana de Otañes, Castro Urdiales. La escena de la izquierda muestra a una persona mayor realizando libaciones sobre un ara.

 

La aparición de cuerpos con una moneda en la mano es otro elemento a destacar y cuyo sentido e interpretación resultan más complejos. En la antigüedad griega y romana era costumbre colocar una moneda en la boca o en los ojos del difunto para pagar al barquero Caronte en su viaje al reino de los muertos. Esta tradición es mencionada por los autores latinos del siglo I dC y se expandió en esas fechas por todo el Imperio. A partir del siglo II dC se documentan monedas en la mano de los difuntos (González Villaescusa, 2001), tal vez con el significado de amuletos o talismanes (Arévalo, 2012), para traer buena fortuna desde el más allá a los que quedan aquí. Se trata, no obstante, de un rito que apenas está constatado en la Alta Edad Media y que se retoma a partir de los siglos XII y XIII (Canto, Caballero y Rodríguez, 2015) llegando incluso hasta nuestros días (Pedrosa, 2002).

Ambas parecen ser por tanto, en nuestro caso, costumbres paganas que muestran que la cristianización de toda esta zona fue un proceso lento y difícil, coexistiendo durante siglos con determinadas prácticas ancestrales firmemente arraigadas entre sus habitantes. Los enterramientos muestran esta dualidad entre creencias cristianas (inhumación y orientación de las tumbas) y paganas romanas (libaciones y monedas en las manos de los difuntos).

CONCLUSIONES

Todos estos hallazgos, analizados conjuntamente, dibujan un panorama ciertamente peculiar, en el que una pequeña zona de Merindades (Cillaperlata y tal vez otros lugares cercanos como Mijangos, Tartalés de Cilla) vivía en pleno siglo VIII aferrada a costumbres de época tardorromana, al menos desde un punto de vista ceremonial. Esto no significa que el resto de la comarca disfrutase de un mayor «desarrollo» teológico. Hay constatación de que en el siglo VI pervivían extensas bolsas de paganismo en toda la zona occidental de Merindades, a tenor de la labor evangelizadora de San Millán en la zona. La diferencia fundamental es que mientras el paganismo de otras zonas de Merindades entroncaba con los antiguos ritos y tradiciones cántabras, esta zona alrededor del Castillo de Tedeja se nos muestra anclada en un sistema de creencias y costumbres paganas romanas que hacía cinco siglos que había desaparecido de muchos otros lugares de Hispania que también estuvieron fuertemente romanizados, como La Bureba, Calahorra o León.

Más Información:
Andrio, J., Loyola, E., Martínez, J. y Moreda, J. (1992): Excavación Arqueológica en el Monasterio de San Juan de la Hoz de Cillaperlata. Nuclenor y Junta de Castilla y León.
Martínez, J.; Nieto, J.L., Díez, P. y Ulla, M. (1992). Introducción al estudio antropológico y paleopatológico de la necrópolis de San Juan de la Hoz (Cillaperlata, Burgos). Munibe (Antropologia-Arkeologia), Suplemento 8, Donostia-San Sebastián.

 

 

Merindades, Provincia Gallaecia (313-411)

La provincia romana de Gallaecia fue creada por el emperador Diocleciano en el 298 dC. Incluía los conventos bracarense, lucense y asturicense. Poco tiempo después, los límites de la Gallaecia se ampliaron en fecha y extensión indeterminada hacia el convento cluniense. En esta entrada vamos a intentar recoger toda la información disponible hasta el momento con el fin de intentar arrojar algo de luz sobre este tema.

CANTABRIA, PARTE DE LA GALLAECIA ROMANA

La antigua Cantabria prerromana es la zona que menos dudas genera al respecto de su inclusión o no en la Gallaecia romana. Son varios los autores que de forma explícita citan que Cantabria (incluyendo al menos a parte de Las Merindades) perteneció, en algún momento de su pasado a la provincia de Gallaecia.

Paulo Orosio (383-420) en su Historiæ adversus paganos (VI, 21,2) incluye a Asturias y Cantabria en la provincia galaica de su tiempo cuando se refiere a la guerra de Augusto y Agripa contra cántabros y astures: “Cantabri et Astures Gallaeciae provinciae portio sunt”.

Porfirio (s.III dC), escoliador del poeta clásico Horacio (Carmen II, 6.2), escribe: «Cantabria, quae este gens Gallaecia».

La Notitia Dignitatum (420) sitúa en la Gallaecia al tribuno de la cohorte celtíbera, destacamento militar estacionado en luliobriga, en pleno territorio cántabro. “In provincia Callaecia: (…) Tribunus cohortis Celtiberae, Brigantiae, nunc Iuliobriga».

Pocos años más tarde, San Isidoro (556-636) en sus Etimologías (XIV, 521) dice: “Regiones partes sunt provintiarum, sicut in Callecia: Cantabria, Asturias”.

Huidobro (1956) menciona que Cantabria formaba parte de Gallaecia en el momento en que los cuerpos de las santas Centola y Elena fueron recogidos por los obispos de Astorga-León de los paganos a cambio de 300 libras de oro y depositados en la iglesia de Castro Siero (Valle de Sedano). El martirio de estas santas ocurrió en el año 304 y la incorporación de Cantabria a la Gallaecia fue en el 313 dC:

“Pero en la nueva división de Constantino (emperador romano, en el año 313 dC) quedó desmembrado el mismo Obispado de León de la antigua Provincia Tarraconense, y agregado a la nueva de Galicia, la cual se compuso de tres regiones famosas, que son las de Cantabria, Asturias y Galicia. Desde este tiempo las mismas regiones, que desde Augusto estaban unidas de algún modo en el gobierno pero conservando siempre sus nombres distintos, quedaron ya más enlazadas entre sí formando un solo cuerpo de Provincia, y diciéndose Galicia todo el territorio que abrazaban.

Y con el nuevo número de Provincias establecido por Constantino quedaron mas permanentes y manifiestos los límites del Obispado de León así por la parte meridional como por la oriental, donde podían variarse con mayor facilidad a causa del diverso gobierno político a que estaba expuesta la Cantabria. Por esta causa HABIENDO PADECIDO EN LA CANTABRIA LAS SANTAS VÍRGENES CENTOLA Y HELENA, tuvo el Obispo Legionense el cuidado de recoger sus santas reliquias y de colocarlas en lugar decente como se refiere en sus Vidas, lo cual sucedió, como advirtió doctamente el M. Flórez, en tiempo de la gentilidad, no como dice el rezo actual muchos siglos después, en que las montañas de la Cantabria pertenecían a otro Diocesano. Pues todo este territorio quedó mucho más asegurado al Obispado de León después de la división de Constantino: porque no solo la misma ciudad de León quedó dentro de la Provincia de Galicia, sino también la región de los Cántabros a donde llegaba su jurisdicción Eclesiástica.

Porque no hay otra Diócesis a que se pueda atribuir el territorio de la Cantabria sin hacer un trastorno en las Provincias y perjudicar los derechos de aquella a quien tocaba como porción legitima. Porque la Diócesis de Palencia era de la Provincia Cartaginense, la de Calahorra de la Tarraconense, la de Auca (Villafranca Montes de Oca, Burgos), además de ser también de Tarragona, tiene contra sí el testimonio de los Padres de la misma Provincia en la carta que escribieron contra Silvano Obispo de Calahorra, de cuyo Obispado dicen que era el último de la Tarraconense, lo cual no sería verdad, si la Cantabria perteneciera a la Diócesis de Auca, estando aquella región más al poniente respecto de todo el territorio del Obispado de Calahorra. Así que debe tenerse por cierto, que la Cantabria, que antes de la división de Constantino, tocaba a la jurisdicción de la Diócesis Legionense, quedó adjudicada a la misma con mayor firmeza, desde que se hizo parte de la Provincia de Galicia con el nuevo establecimiento de las cosas del Imperio”.

Texto de “España Sagrada”, Enrique Flórez y Manuel Risco, 1799.

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Castro Siero. Foto de Abrigaño del Cañón.

 

¿Y QUÉ HAY SOBRE LOS AUTRIGONES?

Todo parece indicar que los cántabros formaron parte de la Gallaecia mientras que el resto de pueblos norteños del convento cluniense (autrigones, caristios y várdulos) no.

Así lo expresa el obispo de Rávena Jordanes (s. VI dC) en su obra De Getarum sive gothorum (XLIV), cuando pone como límite oriental de Gallaecia a los autrigones: “quibus antea Gallicia et Lysitania sedes fuere, quae in dextro latere Spaniae per ripani Oceani porriguntur, habentes ab oriente Austrogonia”.

En la segunda mitad del siglo V, la correspondencia epistolar entre el obispo metropolitano Ascanio de Tarragona y el papa Hilario nos muestra otro argumento en este sentido. Ascanio describe la sede calagurritana como “in ultima parte nostrae provinciae constitutus”, frase que da a entender que el de Calahorra es el obispado más al oeste de la provincia Tarraconense. Por aquel entonces el obispado “autrigón” de Oca, en La Bureba, aún no existía y de hecho se especula con que el nombramiento unilateral de un obispo en Oca por parte del obispo de Calahorra Silvano fuese el desencadenante de esta conocida crisis eclesiástica.

Esta delimitación de Jordanes entre autrigones y cántabros como pertenecientes a diferentes supraentidades es la primera mención que conocemos al respecto y supone un interesante precedente de divisiones posteriores.

¿El RESTO DEL CONVENTO CLUNIENSE ERA GALLAECIA?

El ámbito geográfico que genera más dudas entre los investigadores al respecto es el resto del convento cluniense (vacceos, turmogos, etc.).

Orosio, hablando de los límites de la provincia de Gallaecia (VII, 5,7): dice: “Numantia autem Citerioris Hispaniae, haud procul a Vacceis et Cantabris in capite Gallaecia sita, ultima Celtiberorum fuit”. Lo que traducido viene a decir: Numancia, pues, situada en el principio de la Gallaecia, no lejos de los Vaceos y Cantabros, de la Hispania Citerior, fue la última [ciudad] de los Celtiberos. El señalar a Numancia como límite oriental de la provincia galaica ha llevado a algunos investigadores a concluir que los pueblos al occidente de Numancia debían pertenecer a la Gallaecia.

Hidacio (400-469), al relatar la vuelta de Teodorico II a la Galia a mediados del siglo V, dice (Cronicón, 174) que dirigió parte de sus tropas “ad campos Gallaeciae”, lo que por el contexto (las dos ciudades atacadas son Astorga y Palencia) puede entenderse como la actual tierra de Campos.

El mismo Hidacio, al darnos el lugar de origen del emperador Teodosio alarga los límites de la Gallaecia hasta Coca (Segovia), en la provincia Cartaginense, hecho que también refleja Zósimo (460-520) en su Nueva Historia, aunque esta extensión hasta Segovia ha sido puesta en tela de juicio por varios autores, optando por ubicaciones alternativas como Hispalis (Canto, 2006) o incluso Coca, cerca de Oporto.

EN RESUMEN

Con el análisis de estos datos, los límites de la Gallaecia serían bastante más amplios que los que suelen adscribirse.

La provincia galaica que nace de las reformas de Diocleciano (298) no sólo incluyó los antiguos conventus de Braga, Lugo y Astorga sino también el de Clunia, o al menos parte de él.

Cantabria fue la región del convento cluniense con una mayor probabilidad de haber pertenecido a Gallaecia. De hecho, perteneció casi tanto tiempo a esta provincia (98 años) como Asturia (113 años) o como la propia provincia romana.

Es casi seguro que la Gallaecia no incluyó en ningún momento de su historia a otros pueblos del convento cluniense como autrigones, caristios, várdulos. Y existen serias dudas de que incluyese a los vacceos y otros pueblos de la meseta del Duero.

En el 409 llegan los suevos y los vándalos asdingos a Gallaecia estableciendo los primeros el primer reino europeo (411-585), asentado fundamentalmente en la mayor parte de la antigua provincia de Gallaecia excepto Cantabria. Nuestra zona entró en una fase de progresivo autogobierno y vuelta a modos de vida prerromanos hasta la toma de Amaya por Leovigildo en el 574. En el convulso siglo V, las provincias romanas dejaron de existir como tales a nivel político aunque conservaron su esquema general e influencia a nivel eclesiástico. Aún en el 572 el rey suevo Miro atacó la costa cántabra en un intento, según algunos autores (García y Fernández, 1998), de completar la Gallaecia creada por Diocleciano.

 

 

Castellano: El latín de los autrigones

Tradicionalmente se ha situado la zona de aparición del castellano más al oeste y al norte de este mapa, incluyendo toda la mitad oriental cántabra, todas las Merindades y Campoó. Sin embargo esta extensión territorial carece de todo fundamento lingüístico, ya que en Trasmiera, Las Encartaciones, Pasieguería y Campoo se ha mantenido hasta el pasado siglo infinidad de vocablos y expresiones que hacen pensar que en la zona se habló una variante del asturleonés al menos desde la época de las repoblaciones del rey asturiano Alfonso I. En la Merindad de Sotoscueva, Espinosa y zonas próximas de Valdeporres y Montija, todos hemos conocido a algún mayor que hablaba «terminando todo en -u» y utilizando palabras de clara raigambre asturleonesa. En los municipios de Las Merindades antaño pertenecientes a Campoó (Valdebezana, Santa Gadea, Bricia, Zamanzas y Manzanedo) así como en Mena la -u no estuvo tan presente pero conservan igualmente expresiones y vocablos que nada tienen que ver con el estándar castellano.

Todo esto no hace sino indicarnos que el origen primigenio del castellano debe localizarse en la zona en la que precisamente se han encontrado las primeras referencias escritas de este idioma, es decir en la zona sureste de las Merindades (Losa, Tobalina), Valdegovía, La Bureba y la cuenca media del Ebro (San Millán). Se trata de una zona que llevaba ya desde el período tardorromano formando parte de una unidad cultural común: la más romanizada de la comarca, mirando desde antiguo hacia la sede episcopal de Calahorra y hacia el Ebro medio y mucho más desarrollada económica y culturalmente que los territorios del Noroeste. Conviene tener en cuenta también que la zona en la que surgió el castellano muestra una curiosa (y suponemos que no casual) correspondencia con la zona antiguamente poblada por los autrigones.

De esta pequeña zona inicial, y por avatares políticos del momento (s.IX en adelante), esta lengua se expandió rápidamente sobre todo hacia el sur, aunque también a este y oeste, a medida que el condado castellano iba adquiriendo una mayor relevancia histórica.

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Evidencias toponímicas de Bardulia en Merindades

Presentamos a continuación una recopilación toponímica que diversos autores han considerado relacionada con la Bardulia de finales del período visigodo, es decir, aquella que aparece en la famosa cita de la Crónica de Alfonso III, donde, relatando las conquistas de Alfonso I (693-757), dice textualmente: Eo tempore populantur Primorias, Lebana, Transmera, Supporta, Carranza, Bardulia quae nunc appellatur Castella (Bardulia, que ahora es llamada Castilla)…

Las evidencias son las siguientes:

1.- Cerca de Miranda de Ebro se localiza BARDAURI, cuyo significado como «Villa de Bárdulos» (entre otros) se encuentra bastante aceptado hoy día a nivel popular. Ya Floranes (1776) hacía de este enclave la capital de los várdulos.

2.- Entre Bozoo y Santa Gadea del Cid, Cadiñanos Bardeci (citado por Arribas magro, 2016) afirma que San Vicente era conocido con anterioridad como Nuestra Señora de Bardules, donde aún se localiza el topónimo Bardulles (aparece como BARDOLLES en los mapas topográficos), en el límite entre las dos jurisdicciones. Además podría existir una posible semejanza entre VILLAMARDONES y Bardones, como procedente de Bardulia.

3.- En el valle del Omecillo, entre Tobillas y San Zadornil, Martín Viso (2002) localiza un BARDOLLES DE SUSO que aparece mencionado en un documento de 1175 del Cartulario de San Millán de la Cogolla.

4.- Castrobarto, en el Valle de Losa, ha sido derivado de Castrum O(bar)(tulli) o «Castro de los Várdulos» por Cadiñanos López-Quintana (2002).

5.- El Padre Argáiz vio en VARDILES (un lugar desconocido inmediato a las Encartaciones) una derivación de los várdulos (citado en Martín de los Heros, 1848).

6.- A finales del s XIII, entre Salcedo, Sopuerta, Carranza, Ayala, Orduña y Mena, aparece un enclave llamado BARDULES que contribuía al Monasterio de San Millán (Martín de los Heros, 1848). Desconocemos su ubicación actual exacta.

7.- Por último citar la antigua etimología (aunque discutible y discutida por muchos en los últimos tiempos) de CASTRO URDIALES como derivado de Castrum Varduliae o Fortaleza de los Várdulos. El origen de esta asociación es incierto pero se encuentra ampliamente difundido a nivel popular (existe incluso una calle en esta villa con el nombre de Castro Vardulies) y Manuel de Assas ya recoge esta etimología en su obra de 1867.

Curiosamente, todas estas citas aparecen desplazadas hacia el este respecto a lo que habitualmente se considera que fue la Bardulia visigoda (la llanada de Villarcayo-Medina) y coinciden mejor con la parte no burebana del antiguo territorio autrigón: Valdegovía-Losa-Mena-Encartaciones-Castro Urdiales.

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Fuera de este ámbito existen mucha toponimia mayor y menor potencialmente atribuible a los várdulos, aunque curiosamente ningún autor conocido se ha dedicado a establecer este tipo de asociaciones.

El puñal de filos curvos (s.II-I aC)

ARMAS DE LAS MERINDADES CÁNTABRAS Y AUTRIGONAS

Características definitorias: Hojas realizadas íntegramente en hierro de forma pistiliforme, con un nervio central muy marcado, que arranca en la base y desaparece en el tercio inferior, y unas finas acanaladuras o estriados paralelos a los filos, que se disponen a ambos lados del nervio central. La longitud de estas hojas varía entre los 17-24 cm y la anchura entre los 4-6 cm.

De la base de la hoja arranca una espiga, de sección cuadrangular, ligeramente engrosada en el punto de contacto con la base, que va disminuyendo su grosor hasta el extremo. Sobre esta espiga se montó una empuñadura formada por tres elementos –guarda, puño y pomo- que generalmente estuvieron realizados en madera u otro material orgánico, de ahí que salvo las virolas metálicas que rematan las espiga y en consecuencia remataron el pomo, no encontremos en la mayoría de las ocasiones restos de la empuñadura (al contrario que en los puñales de frontón y biglobulares, típicos del área íbera y celtíbera).

La vaina de tipo “filos curvos” está formada por cuatro piezas: dos laminas enterizas, una cantonera y finalmente un elemento en forma de S en la parte trasera. El frontal de la funda está cubierto por una lámina que tiene dos puentes, uno en embocadura y otro en la parte media de la vaina y esta rematado por un disco de bronce en la contera.

La zona de dispersión del puñal de “filos curvos” engloba desde el Duero Medio hasta el Alto Ebro, con algunas proyecciones hacia el Sistema Central, Extremadura, Asturias y el Alto Duero, distribuyéndose, sobre todo, por la zona de la Bureba y el sur de Cantabria. Dispersión que calca de una manera sorprendente la zona de distribución que tuvieron en siglos anteriores los puñales de tipo Monte Bernorio, lo cual respalda la teoría de que fueron los puñales de filos curvos (y los puñales de enmangue en espiga) los que terminaron desplazando a los modelos bernorianos.

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Se trata de un arma totalmente independiente del resto de armas protohistóricas de la Meseta Norte y el Área Celtíbera, extendida en una zona comprendida entre el Alto Ebro y Duero Medio durante los dos últimos siglos antes de la Era y que durante el s. I a.C. influirá en la creación de un nuevo tipo de puñal, el pugio romano.

Fue el puñal típico y genuino de los cántabros de Las Merindades y del resto de la Cantabria central y oriental en tiempos de las Guerras Cántabras.

¿Las casas castreñas de planta circular eran celtas? Datos arqueológicos sobre los castros de nuestro entorno

La vivienda circular de nuestro ámbito es la evolución de la vivienda de postes del Bronce Atlántico. Aparecen en la zona de sustrato cultural indoeuropeo y de ahí parecen expandir su presencia hacia el cantábrico oriental. En el Bronce Final e inicios de la Edad de Hierro son muy escasos los testimonios conocidos de casas de planta rectangular en la meseta e inexistentes en todo el Noroeste ibérico atlántico. La cultura de Soto de Medinilla (Valladolid) constituye uno de los exponentes más tempranos de evidencia de casas circulares en todo el Noroeste, con estructuras datadas entre el 800-500 aC. y se sospecha que hunde sus raíces, a través del mundo tartésico, con el ámbito mediterráneo.

La aparición de las casas de planta cuadrangular en nuestro ámbito data del siglo VI aC, siendo anterior a la llegada de la cerámica a torno de tipo celtibérico y resultado directo de la influencia de la cultura de los Campos de Urnas (celtas hallstatticos) siguiendo como posibles rutas de penetración el Valle del Ebro o Aquitania, donde no se documentan viviendas circulares. De esto se deduce que las viviendas circulares no son celtas y que los celtas (centroeuropeos) trajeron a esta zona precisamente lo contrario: viviendas de planta rectangular. Hacia el siglo V aC todas las viviendas castreñas documentadas en el cantábrico oriental son ya de planta rectangular y así seguían siendo cuando los romanos sometieron a cántabros, autrigones, caristios, várdulos, etc.. Este urbanismo lo diferencia claramente del que se encontraron en el ámbito galaico y astur, donde las casas aún eran circulares a la llegada de los romanos.

ÁMBITO CÁNTABRO: En el castro de los Baraones (Gama, Aguilar de Campoo) se han localizado varias cabañas circulares previas a la construcción del recinto defensivo. Las más antiguas consisten en postes hincados directamente sobre la tierra, con suelo de tierra apisonada. Las posteriores tienen una estructura más elaborada con banco corrido en el interior, paredes enlucidas, suelo enlosado de cantos, hogar cercano al centro y poste central para sujetar la techumbre cónica vegetal. Datan de entre el 590 aC y 435 aC., es decir, de la I Edad de Hierro. TODOS los castros cántabros de la II Edad de Hierro excavados (La Ulaña, Bernorio, Espina del Gallego, Cildá, Cerro La Maza) y TODOS los indicios encontrados en el resto de castros de Las Merindades, presentan ya plantas rectangulares. Y a la llegada de los romanos, como acabamos de comentar más arriba, TODAS las viviendas cántabras eran rectangulares.

Profundicemos un poco también en lo que se conoce al respecto en los diferentes pueblos prerromanos vecinos al nuestro:

ÁMBITO BERÓN: La Hoya (Laguardia, Alava) es uno de los poblados mejor conocidos de nuestro ámbito, con una interesantísima secuencia cultural que abarca desde el siglo XV aC hasta el siglo III aC. Inicialmente se constata la llegada de pobladores indoeuropeos llegados de centroeuropa que toman contacto con las culturas tardomegalíticas existentes en la zona. En esta época, el poblado se defiende ya por una muralla de la que se conservan unos trescientos sesenta metros, que en un principio fue de madera, y posteriormente de mampostería. Desde centroeuropa siguieron llegando gentes que aportan nuevos conocimientos. Este poblado sufre una ocupación violenta a mediados del siglo V aC. por parte de celtíberos que toman posesión del poblado. De esta época data la reconstrucción del muro con piedras de gran tamaño, con rituales de fundación en la presencia de cuernos de ciervo entre sus hiladas inferiores. En un primer momento, el poblado se desarrolló de modo perimetral a la empalizada. Con la llegada de los celtíberos, se reestructura por manzanas de casas, con bocacalles no enfrentadas para evitar la canalización del viento, muchas de la casas estaban porticadas para evitar mojarse cuando llovía y las calles estaban empedradas. Y se deja un corredor junto a la muralla para reforzar su eficacia defensiva. Pero tanto antes como después de la llegada de los celtíberos procedentes de las montañas de Soria, las viviendas eran rectangulares. De este dato (y de otros indicios como los encontrados en el poblado de Cortes de Navarra) se deduce que las viviendas rectangulares proceden probablemente del desarrollo de una cultura de tipo Hallstatt B tardía (pero previa a la segunda invasión celta de Cempsis, Sefes y Belgas) procedente del centro de Europa que evoluciona aquí para dar lugar a la denominada cultura posthallstática ibérica que constituye el punto de arranque de las civilizaciones celtibéricas.

ÁMBITO AUTRIGÓN: El yacimiento de Soto de Bureba (Quintanaelez) es el único poblado del Bronce Final y Edad de Hierro excavado en toda la comarca de La Bureba, lo que ha proporcionado una amplia y variada información sobre la secuencia cultural y cronológica desde el Bronce Final hasta la época romana. En este castro, el único rastro de viviendas circulares se ha encontrado en el término de Los Llanos y han sido datadas en las primeras fases de ocupación del lugar (700 aC). Las viviendas más modernas encontradas en este y en otros castros autrigones son ya todas rectangulares.

ÁMBITO CARISTIO: El castro de Peñas de Oro (Alava) documenta una vivienda oval y tres circulares más antiguas. La más antigua de todas es de estructura completa de madera barro. Las otras dos circulares presentan un zócalo de piedra sobre el que se construye una pared de entramado de ramas de avellano con manteado de barro. En el poblado de Atxa (Gazteiz) coexisten viviendas rectangulares y circulares, datadas en el 550 aC, excavadas en el suelo, hechas de postes y manteados de barro. En Berreaga (Munguía, Bizkaia) se ha encontrado una vivienda semirupestre en forma de ovalo irregular datada en el 510 aC, pero en Marueleza, Navarniz, Bizkaia (350 aC) solo se documentan casas de planta rectangular.

ÁMBITO VÁRDULO: En Castillo de Henayo (Alegría, Alava) y con una cronología anterior al 700 aC aparecen casas circulares de pies derechos con ramaje manteado, poste central y suelo de tierra apisonada, pero en los grandes castros várdulos de la vertiente norte (Buruntza, en Andoain, Gipuzkoa, 390 aC; Intxur, en Tolosa, Gipuzkoa, 230 aC) solo se documentan casas de planta rectangular.

CONCLUSIONES:

Las viviendas circulares no son celtas. Entroncan con una vieja tradición de cabañas que se encuentran por toda la fachada atlántica pero que están más vinculadas con el Bronce Atlántico que con el celtismo centroeuropeo.

En el occidente cantábrico, incluida nuestra comarca de Las Merindades y el resto de la Cantabria prerromana, el cambio de casa circular a casa cuadrada se produjo sobre el 450 aC. En la zona más oriental (Los Llanos, Cortes de Navarra), ocurrió antes, mientras que en el occidente ibérico (zona astur y galaica) no llegó a materializarse, probablemente porque el influjo cultural de los Campos de Urnas (Hallstatt) y sobre todo el posterior influjo celtiberizador ibérico, no llegó de forma tan intensa.

Como consecuencia de la celtiberización que experimentó Cantabria a partir del siglo III aC, los castros cántabros en época romana tenían TODOS casas de forma rectangular. Por el contrario, en esa misma época, las viviendas de los castros galaicos y astures eran mayoritariamente de tipo circular.

 

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¿Segontia Paramica = Cigüenza del Páramo?

Existen muchos mitos históricos ampliamente difundidos hoy en día y que fueron inventados y posteriormente agrandados hasta transformarlos en poco menos que verdad absoluta. Uno de ellos es el de la supuesta ciudad autrigona de Cigüenza del Páramo, al lado de Villarcayo. Profundicemos un poco en este tema.

Primero, los datos: La única fuente documental de entre todos los autores clásicos de época romana que menciona a esta ciudad es Ptolomeo. Ni Plinio, ni Pomponio Mela ni ningún otro autor la menciona. Ptolomeo nos dice que Segontia Parámica era una ciudad VARDULA (II. 6. 65).

Pero muchísimos siglos después, determinados autores empiezan a imaginar cosas. El primero de todos fue un tal Fernandez Guerra, el cual aseguraba que la ciudad várdula podría encontrarse «escondida en las Montañas de Burgos» (1878). Sanchez-Albornoz debió leer esta cita porque es el primero que identifica «Segontia Parámica con Sigüenza del Páramo, lugar actualmente existente cerca de Villarcayo, en antiguo territorio de autrigones» (1929). Se basa, para ello, exclusivamente en la similaridad de ambos nombres, es decir, en la clásica «etimología de sonsonete» de las que hablaba Caro Baroja. Pero la enorme reputación de su autor hace que a partir de aquí sean innumerables los autores que toman esta cita como cierta sin mayor cuestionamiento (Tovar, 1955; Bosch Gimpera, 1974; Herrero, 1978; Pérez Avellaneda, 1983, etc.) o, como mucho, la matizan ligeramente (García González, 1995). Solana (1974) avanza un paso más en el proceso inventivo, adjudicándosela sin miramientos a los autrigones, ya que «no será este el único caso en que Ptolomeo saca de una región una ciudad y la coloca en territorio diferente».

Sin embargo, conviene tener en cuenta una serie de DATOS CONOCIDOS Y CONTRASTABLES que permiten dudar de que Cigüenza sea la Segontia Parámica autrigona:

1. No existe NINGUNA prueba documental de que Cigüenza haya tenido nunca el apellido «del Páramo».

2. No existe NINGUNA mención histórica de ningún autor clásico que adjudique Segontia Parámica a los autrigones.

3. Cigüenza, Villarcayo, está dentro del ámbito territorial cántabro, no del autrigón.

4. Se han localizado toda una serie de inscripciones con referencia a Segontius/Segonti/Segoto/Segoni/Segontiecus (al menos 7 inscripciones en lápidas de época romana) en la zona de Salvatierra, Alava, que han hecho pensar a muchos otros autores (Llorente, 1806; Albertos, 1984, etc.) que la ciudad de Segontia Parámica estaría localizada en la zona de Contrasta-Ocáriz (este de Alava). Por cierto, fíjense qué curioso, ubicadas en zona tradicionalmente considerada como várdula.

 

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Casa montañesa en Cigüenza, Villarcayo.


Curiosamente, en la copia de la Geographia de Ptolomeo más antigua que se conoce, del Monasterio de Vatopedi, Monte Athos (s.XIV), ciudades como Deóbriga (Miranda de Ebro), Segontia Parámica (Contrasta) y Flavióbriga (Castro Urdiales), aparecían ya bien posicionadas hace ya siete siglos respecto a lo que se conoce hoy día (Solana Sáiz, 2003). Por desgracia, parece que Sanchez Albornoz no tuvo acceso a esta fuente.

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Puñal tipo Monte Bernorio

Se trata de un puñal genuinamente local (no importado de otros sitios de Europa), y característico de un área geográfica limitada, que coincide con la cuenca alta y media del Duero, especialmente en las zonas altas que le rodean. Su concentración geográfica parece apuntar hacia un consumo interno, por lo que no fueron objetos de comercio a pesar de su riqueza. Estos puñales han sido fechados entre los siglos V-III a.C. A partir de esas fechas, todos los pueblos de la zona experimentan un proceso de celtiberización que se traduce en la introducción de la falcata ibérica con empuñadura de hueso o la daga biglobular.

En las fotos, puñal y vainas de tipo Monte Bernorio IV encontrados en Villanueva de Teba, Montes Obarenes. Obsérvese la curiosa decoración de la parte final de la vaina.

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El poblamiento antiguo en Merindades

Este mapa recoge los túmulos y manifestaciones megalíticas encontradas hasta la fecha en el Norte de Burgos (puntos negros), con dataciones que oscilan entre el IV y el II milenio aC. Se observa una ausencia absoluta de este tipo de monumentos en toda la llanada del rio Trueba-Nela (Montija, Medina, Cuesta Urria) y zonas aledañas (Valdivielso, Tobalina).

Una distribución poblacional que probablemente se mantuvo hasta la tardoantigüedad, con una práctica ausencia de poblados castrales en todas estas zonas de las Merindades. Este es el panorama que se encontraron los romanos cuando llegaron a estos pagos.

Fuente: Miguel Angel Moreno Gallo.

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Cántabros, los «highlanders» hispanos

«Éstos (cántabros) no solamente estaban decididos a defender su propia libertad, sino también se atrevían a atentar contra la de sus vecinos, y en frecuentes
incursiones saqueaban a los vacceos, los turmódigos y autrigones.» Orosio (383-420 dC).

«El cántabro, no enseñado a llevar nuestro yugo.» Horacio, poeta romano del tiempo de las guerras cántabras (65-8 aC).

Es mencionado por todos los autores clásicos el carácter indómito y guerrero de este pueblo, que tuvo especial cuidado en delimitar su frontera oeste con los astures (como se puede comprobar por las numerosas estelas de la zona vadiniense), que miró siempre a la meseta desde lo alto y que peleó contra todos los demás pueblos que le rodeaban, más ricos en recursos agrarios.

Aquí tenemos un mapa con la síntesis de sus fronteras según los principales autores que han tratado el tema. Contiene alguna imprecisión (como ubicar a Villadiego o a Herrera de Pisuerga en territorio vacceo cuando según Ptolomeo eran turmogas, no ubicar a los autrigones en su solar original, La Bureba, o no incluir dentro del territorio cántabro a los montes de la margen derecha del Jerea, como comentábamos el otro día en otro post).

En cualquier caso, pensamos que sirve bien para hacerse una idea general del territorio que abarcaban.

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