Castro de Ahedo de Butrón, Los Altos

En el lugar denominado Pico Casares, en un emplazamiento que domina el cañón del Ebro, existe un poblado fortificado, perteneciente a la Edad del Hierro y que varios autores (Bohigas, 1987; Peralta, 2000) consideran cántabro. Se trata de un pequeño emplazamiento de 3,5 ha. que posiblemente estuviese supeditado a otros más grandes y de mayor entidad de la zona, como El Castro (Renedo de Bricia) o La Maza (Pedrosa de Valdeporres).

Al igual que varios emplazamientos de la zona (Brizuela, Cidad de Ebro, Manzanedo, etc.) se asienta en la punta de un espolón o cordal calizo cerrado por su parte accesible por potentes murallas de bloques trabados a hueso. En algunos puntos se conservan los paramentos exteriores del muro, que debía tener una anchura de 3 a 3,5 m. En el interior encontramos los derrumbes de edificaciones de planta rectangular, típica de todos los castros de la zona. Sus dimensiones medias son de 8 m. de longitud por 4 de anchura. Los muros de dichas cabañas debían estar construidos a base de mampostería de caliza apilada. El número exacto de cabañas es difícil de calcular, pues los amontonamientos están cubiertos por una tupida vegetación de matorral de encina, pero en todo caso excede a la veintena (Bohigas, Campillo y Churruca, 1984).

La zona fue siempre periférica y de orientación ganadera, con un hábitat disperso y una fuerte persistencia de elementos castrales. Se mantuvo poco jerarquizada durante la Edad Media, como lo demuestra el hecho de que el proceso de creación de aldeas que se observa en el s.XIII en muchas otras zonas de las Merindades se detecta aquí de forma mucho más tardía y débil (Martín Viso, 2000).

 

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Escaño con caponera: Las cenas de Nochebuena de antes.

Un elemento común de las cocinas antiguas de Las Merindades era la caponera. Se trataba de un espacio situado por debajo del escaño y que tenía la siguiente función, tal y como aparece descrita en este documento del ABC de 1957:

«No deja de tener interés la biografía de un capón cebado. Llegado el octubre se escogen en el gallinero los gallos de mejor casta y estampa, los que una vez castrados se llevan al amor de la lumbre a la cocina aldeana. Allí, debajo del «ESCAÑO -el alargado banco de respaldo renegrido por el humo-, hay un departamento enrejado al que se llama CAPONERA, y que es el lugar donde los capones, a lo largo del trimestre que media entre octubre y Navidad, son sometidos a un régimen de engorde paciente y meticuloso. El capón, encerrado y en reposo, es alimentado con bolos de harina de maíz empapados en leche, nueces e incluso castañas cocidas.»

 

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Museo Etnográfico Cuatro Ríos Pasiegos, Espinosa de los Monteros. Foto de Enrique E.

 

En este sitio, el más cálido y confortable de la casa, los pollos castrados recibían la mejor alimentación y cuidados posibles, aumentando mucho de tamaño hasta llegar a los 5-6 kilos. En Navidad les llegaba su particular sanmartín.

Gastronómicamente hablando, al castrar el gallo se conseguía que no quemase la grasa que va acumulando, así que al no tener que hacer ejercicio físico se lograba que esa grasa se infiltrara en la carne, por lo que una vez cocinada se notaba mucho más tierna y sabrosa que la de un gallo normal.

Las caponeras eran comunes en muchas casas de la mitad oriental de las Merindades.

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Museo Etnográfico de Briones, La Rioja. Foto de Viguera.

 

 

Jerbas

Las JERBAS son un fruto peculiar, de esos de antes, de los que ya no se encuentran en las tiendas.

Los frutos, con forma de pequeñas peras o manzanas, se recogen durante el otoño y lo primero que hay que hacer es dejarlos madurar bien, «sobremadurarlos» se llama, hasta que toman un color castaño. Antiguamente solía hacerse en el desván, sobre una cama de paja. Con la sobremaduración pierden su sabor áspero, convirtiéndose en un dulce agradable que puede recordar a la manzana asada. Por ello, se presta mucho a hacer mermeladas y confituras además de poder experimentar con maceraciones en alcohol para hacer ricos licores. Comidos al natural contienen unas cantidades magníficas de Vitamina C y con grandes cualidades antioxidantes como hoy se busca de todos los productos. En Liébana las llaman suerbos.

Otras frutas de estas antiguas a la que también hay que dejar sobremadurar para que pierdan su sabor áspero:

En Arreba todavía existen algunas variedades de peras de invierno que son todo un mundo: perapan (riquísimo si se cuece), las perijitas (se comen endrinadas, es decir, cuando están maduras, quedándose blandas por dentro y se comen como los higos) y los perojos.

El sobremadurado se hacía con la mayor parte de los frutos similares silvestres maillas y perucos (piruetanos). Se conservaban durante más tiempo y permitían el tomar piezas de fruta en épocas en las que no tocaba.

Todavía es posible conseguir, aunque está en franco retroceso, el nispero de monte o europeo. Se recoge en torno a noviembre y hay q tenerlo en casa unos días hasta que tome un aspecto como de podrido (en mi casa se dejaban sobre un montón de cebada) . Bien maduro es una dulce delicia con sabor a antaño.

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El caballo Losino

El CABALLO LOSINO es original del Valle de Losa y zonas aledañas. Se trata de uno de los escasos tipos equinos autóctonos de la Península Ibérica y una de las razas más antiguas de toda Europa. Fue empleado como bestia de labranza y cría mular hasta épocas recientes cuando, debido al cruce con otras razas, su uso para carne y la mecanización del campo, corre peligro de extinguirse.

Foto del Ayuntamiento del Valle de Losa.

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Distancias genéticas entre las diferentes razas españolas. El caballo losino tiene su pariente más próximo en el asturcón, mientras que el caballo gallego se emparenta con el pottoka y la jaca navarra. PSI es el pura sangre inglés.

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Mapa con la distribución geográfica de las razas europeas de caballos de pequeña alzada de origen celta.

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Gráfico con sus características morfológicas, distribución y número de ejemplares.

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