El azul en puertas y ventanas

El color azul en puertas y ventanas se lleva utilizando desde hace mucho tiempo en diferentes ámbitos culturales. En el Mediterráneo (Santorini, Ibiza, Túnez, Marruecos, etc.) forma parte de los colores icónicos de muchas aldeas costeras. Pero también en el Atlántico, desde Galicia hasta Irlanda se ha utilizado aunque probablemente con significados diferentes.

Y por el interior noroccidental ibérico, hubo un tiempo no muy lejano en que se pensaba que ahuyentaba a las moscas, razón por la que se utilizaba con profusión en cocinas y establos. Relacionado con esta función, mencionar que en Valderredible existe la creencia de que pintando el número 58 a la entrada de la casa no entran las moscas, aunque esté pintado en un papel.

También es un color asociado a la creencia de que espantaba a demonios, brujas y otros seres malignos de la casa. La creencia de que ahuyenta y protege de las brujas está extendida por buena parte del globo, desde los Amish de Pennsylvania o los indios nativos de México hasta Grecia o el mundo musulmán… Tal vez algo haya de cierto, vista su extensión.

 

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Escalada, Valle de Sedano. Foto de José María Fernández.

 

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Robredo, Valle de Zamanzas. Foto de Javi F.S.

 

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Leva de Valdeporres. Foto de Raúl G. Coto.

Hasta la Edad Moderna, la forma más barata de obtener el color azul era machacando azurita, un carbonato de cobre. Cuando se mezcla la azurita con aglutinantes oleosos, se produce oleato de cobre, un fungicida ligeramente tóxico para la vida salvaje. Tal vez de esta tradición venga las propiedades que se le presumen de ahuyentar a las moscas. En el siglo XVIII se inventó el azul de Prusia, que mezclado con blanco de titanio y petroleo dio origen a los brillantes azules que conocemos en la actualidad, un tono que se extendió a partir de entonces por toda Europa por su rareza y vistosidad. Los esmaltes sintéticos ya listos para usar datan de los años 30 del pasado siglo XX y fueron reemplazando a la preparación manual y casera que suponía el azul de Prusia hasta entonces.

Como curiosidad, señalar que ya en 1776 las Ordenanzas de Arsenales exponen unas condiciones de pintura de los buques de la Real Armada, especificándose que las habitaciones de los oficiales se pintasen de color blanco o azul. «Los navíos, fragatas y demás embarcaciones que lo necesitasen serían pintados igualmente de dos en dos años, se controlaría que no se emplease otro color en la talla exterior y galones que el amarillo y negro; en las cámaras, el de porcelana y azul; y en los entrepuentes y castillo la tierra roxa, excepto orden particular del Ingeniero General.»

En nuestra costa se solían utilizar las pinturas que sobraban de renovar las embarcaciones para pintar puertas y ventanas, con colores llamativos muy característicos, entre ellos el azul.

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Crespos, Valle de Manzanedo.

 

Principales tipologías de carro chillón en el Noroeste Ibérico

 

Un carro chillón es aquel que lleva las ruedas unidas a un eje. En consecuencia cuando el carro se mueve, el eje gira con las ruedas por debajo del carro, produciendo un característico y distintivo sonido parecido al de un chillido.

Por el contrario, en el carro de radios típico lo único que gira son las ruedas. Ambos tipos son muy distintos en varios otros aspectos. Aunque hay muchas variantes, puede decirse que el carro de radios suele ser arrastrado por caballerías, es una evolución posterior al chillón, y procede de la meseta. Por el contrario el carro chillón es arrastrado por vacas o bueyes, se considera más antiguo para usos agrarios (se han encontrado restos de la Edad de Bronce en Europa Occidental) y ha pervivido en la península en zonas de montaña, apartadas de influencias culturales de otros sitios.

La tipología de estos carros y de sus ruedas permite distinguir varios modelos distribuidos de forma diferente pero bien definida por toda la Montaña Cantábrica.

Caro Baroja fue el primer autor que establecio una tipología de los diferentes carros chillones del nororeste atendiendo fundamentalmente al diseño de sus ruedas. Siguiendo esa misma tipología, hemos establecido una clasificación en cinco grandes grupos que describimos a continuación.

1. Carro Tramontano: Típico de la zona de Tras-Os-Montes, Portugal. Se caracteriza por presentar dos ojos de tamaño variable pero completamente circulares, uno a cada lado del buje.

2. Carro Gallego: Típico de casi toda la zona gallegohablante y occidente del norte de Portugal. Presenta dos ojos, normalmente de mayor tamaño que en el tipo tramontano, y en forma más o menos cercana a una media luna.

3. Carro Cantábrico: Característico de buena parte de Asturias, Cantabria y zona no euskaldun del País Vasco. Su rueda, llamada «de rejas» es la que menos madera y más hierro utiliza.

4. Carro Leonés. Típico de la mitad sur de la Cordillera Cantábrica. Se caracteriza por presentar cuatro ojos de forma más o menos ovalada. Los más abundantes ejemplos actuales se conservan en la provincia de León, aunque estuvo extendida también por la Montaña Palentina y Campoo, llegando hasta el occidente de las Merindades.

5. Carro Vasco. Ruedas de madera maciza, sin ojos. Típico de la zona euskaldun del País Vasco y Navarra.

Existen muchas otras variantes locales o comarcales (ruedas enteramente hechas de hierro en Portugal y Galicia, ruedas sin ojos o con cuatro radios en Asturias, varias otras variantes en Cantabria, etc..), pero en este mapa solo se han incluido los cinco tipos más extendidos geográficamente.

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Este mapa recoge la extensión aproximada de las principales tipologías de carro chillón que han existido hasta mediados del siglo XX en el Noroeste Ibérico.

 

EL CARRO CHILLÓN EN MERINDADES

La comarca de Merindades se divide, como en tantas otras cosas etnográficas, entre una parte occidental que podría adscribirse a la tipología leonesa y una parte oriental (Valles de Mena, Losa y Tobalina) con ruedas de tipología cantábrica.

En todo el sur de la cordillera cantábrica parece haber predominado la rueda de tipo «leonés», caracterizada por tener cuatro pequeños vanos de forma ovalada realizados en la rueda maciza. El mayor número de ejemplos vivos que existen hoy día de esta rueda se localizan en la comarca de La Cabreira leonesa (situada junto a Galicia y Zamora), aunque está bien documentada su existencia en todo León (incluida la capital), Montaña Palentina y Campoo.

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Esta pintura en la ERMITA DE SAN BERNABÉ (Merindad de Sotoscueva) datada en 1705 muestra un carro de tipología leonesa y demuestra que este tipo de rueda fue utilizada también en Merindades.

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Foto de Elías Rubio.

 

Este otro ejemplo, de Arija, es más reciente:

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Inauguración de la Cristalera de Arija en 1906. Foto de Mariano Alonso a través de Arija.org.

 

Existe un documento aún más reciente recogido en la Filmoteca Española relativo a la Fiesta del Rosario del Valle de Valdivielso de 1949 en el que aparece otro ejemplo de este tipo de carros.

 

Como comentábamos más arriba, en la mitad oriental de Merindades (valles de Mena, Montija, Losa, Tobalina…) estuvo difundido el carro con rueda de rejas, probablemente debido a la existencia de talleres en el Valle de Ayala, que difundieron estos carros por los valles cercanos. En las pinturas de Ojo Guareña también hay un par de escenas en las que aparecen carros con ruedas de este tipo.

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El Ebro entre los pueblos de Medianedo y Arroyo, Campoo. 1926. Foto de Adolfo Rapp a través de Arija.org.

Este tipo de rueda (y de carro) se mantuvo en uso hasta tiempos más recientes, ya con las ruedas adaptadas para girar independientemente del eje. Se conservan interesantes ejemplos vivos por toda la comarca, fundamentalmente por el este:

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El Berrón, Valle de Mena.

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Orrantia, Valle de Mena.

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Entrambasaguas, Valle de Mena.

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Santecilla, Valle de Mena.

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Virtus, Valle de Valdebezana.

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Villaventín, Junta de Traslaloma.

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Cubillos de Losa, Junta de Traslaloma.

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Villacián, Valle de Losa.

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Barcina del Barco, Valle de Tobalina.

Bibliografía:

Caro Baroja, J. (1943). Los Pueblos del Norte de la Península Ibérica (Análisis histórico-cultural), Madrid.
Echegaray, J. G. (1969). Aportación al estudio del carro chillón en Cantabria. Santander, V. I, Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore «Hoyos Sáinz».
Mingote, J. L. (2008). Forcados y Carros. León: Diario de León.

 

 

 

 

 

 

 

 

Trabas o pasaderas

«De vara en vara, traba»

Los muros exteriores tradicionales de las casas de la zona, de unos 60 cm de ancho, suelen estar construidos con dos hojas de piedras más o menos trabajadas en su cara vista y con un relleno de cascotes y barro entre medias.

Para evitar que ambas caras se viniesen abajo, el cantero solía colocar a una distancia aproximada de una vara (83 cm) unas piedras que atravesaban el muro de lado a lado y que se llaman TRABAS o PASADERAS.

 

Aún se recuerdan varios cantares y rimas al respecto:

«Canterito de Dios, pon dos piedras sobre una, y una sobre dos; todas al cordel, y que ninguna pegue en él»

«Canterito de Dios pon un canto sobre dos, y al acabar la jornada, traba». Los que así lo hacían contaban las trabas para saber las jornadas trabajadas, sin embargo el armado no sería tan fuerte.

A veces se las denomina también como tizones y la combinación de ambas es conocida como aparejo a soga y tizón.

Esta pared llena de trabas está en Relloso, Valle de Losa.

 

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Foto de Begoña Fernández.