¿Un altar de sacrificios paganos en Herbosa, Valdebezana?

En arqueología, se denomina cazoleta a un pequeño hueco artificial excavado en la superficie de algunas rocas, teniendo generalmente una sección semiesférica y planta circular. Pueden encontrarse tanto aisladamente como formando agrupaciones, con otras cazoletas o con otros grabados rupestres. En Europa su cronología abarca del Paleolítico Medio hasta la Edad de Hierro.

Las hipótesis existentes sobre la funcionalidad de las cazoletas son múltiples, entre ellas:
1. Colectores para ofrendas,
2. Receptáculos de libaciones o de sacrificios,
3. Símbolos de carácter sexual femenino,
4. Cartografías, de constelaciones y terrestres,
5. Marcadores de espacios sagrados, caminos migratorios, sitios con alto valor mágico y propiciatorio, tableros para juegos, operaciones pre-numéricas.

Estrabón (III, 3, 7) afirmaba que «[Los habitantes del norte de Hispania] sacrifican a Áres (su dios de la guerra) cabrones, y también cautivos y caballos. (…) Mientras beben, danzan los hombres al son de flautas y trompetas, saltando en alto y cayendo en genuflexión. En Bastetanía las mujeres bailan también mezcladas con los hombres, unidos unos y otros por las manos.»

Cerca del pueblo de Herbosa, con vistas al Embalse del Ebro, se localiza esta espectacular, desconocida y desprotegida estación de arte rupestre compuesta por una enorme piedra redonda de unos seis metros de diámetro por dos metros de alto que aflora en solitario en medio de un pequeño prado por lo demás completamente llano.

 

En lo alto del afloramiento rocoso se localizan dos ollas grandes, de unos 40 cm de diámetro, con sendos canales de desagüe, que parecen juntarse poco después y desaguan por la parte más accesible y desgastada de la roca. Alrededor se adivinan también multitud de cazoletas pequeñas muy desgastadas por la erosión que continúan por el lateral sur del afloramiento y hasta el nivel del suelo, ya perfectamente visibles y formando hileras unidas por canalillos. En total suman más de un centenar de cazoletas.

El conjunto conforma una de las más llamativas muestras de arte rupestre que conocemos en Merindades y Las Loras. Sin duda, merece la pena una visita a propósito al lugar.

Esta joya de nuestro pasado no aparece referenciada en ninguna publicación conocida por nosotros y sospechamos que no ha sido estudiada aún por ningún especialista. En Merindades tenemos un enorme patrimonio rupestre oculto que no parece interesar a casi nadie y del cual este ejemplo es solo la punta del iceberg. Hace falta gente entusiasta y dispuesta a patear el monte y descubrir más tesoros de este tipo. Nuestra página amiga de Petroglifos en Valderredible nos están marcando el camino acerca de cómo deben hacerse las cosas.

 

 

 

Castilla La Vieja limita al norte con La Montaña. 1772

Parte de la página 294 de la obra titulada COMPENDIO HISTÓRICO, GEOGRAFICO, Y GENEALOGICO DE LOS SOBERANOS DE LA EUROPA. Sexta impresión corregida y ampliada por D. Manuel Trincado, presbytero de la Villa de Cintruenigo, en el Reyno de Navarra.

Manuel Trincado fue en realidad el seudónimo con el que firmó esta obra un tal Fray Don Isidoro Rubio. Nacido en Cintruénigo, tomó los hábitos en San Pedro de Arlanza y, tras pasar por varios monasterios de la península, acabó como abad perpetuo de San Juan de la Peña, donde escribió este Compendio. Maestro en Filosofía y teología por la Universidad de Irache, fue también miembro de la Real Academia de Historia (el primer benedictino en serlo).

Esta obra de Rubio/Trincado, con ediciones entre 1755 y 1775, constituyó una fuente de información de primer orden en toda España durante gran parte de la segunda mitad del siglo XVIII, hasta la publicación del Compendio de Montpalau en 1786.

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El País de la Cantabria ó Montañas de Burgos. 1787

Extracto de la obra de Bernardo Ward (1762) titulada «Proyecto Económico en el que se Proponen varias Providencias Dirigidas a Promover los Intereses de España».

Bernardo Ward fue un economista y político español de origen irlandés, al servicio de Fernando VI, quien lo envió de gira por Europa y España para que observara y recogiera datos para posibles reformas económicas que mejoraran el estado del reino (1750-1754). A la larga devino en secretario de la Junta de Comercio.

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El mundo de los zapatos de goma en La Montaña Cántabra

El calzado de goma era ya conocido desde 1860 y en España se comenzó a generalizar después de la primera guerra mundial. En la Guerra Civil estuvieron a punto de desaparecer pero nuestra postguerra coincidió con la Segunda Guerra Mundial y a los fabricantes tradicionales se les unieron las fábricas de neumáticos españolas, que desviaron parte de sus excedentes hacia la producción de albarcas de neumático, motivo por el que se hicieron muy comunes.

Con las respuestas e información facilitadas por todos vosotros a través de nuestra página de Facebook hemos confeccionado esta especie de cuadro resumen visual de las distintas modalidades de calzado hecho de goma que se ha utilizado durante el pasado siglo XX en el ámbito cántabro.

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Nº1: CORIZAS O CEPELINES. Utilizados con escarpines de fieltro o la típica zapatilla de fieltro a cuadros. Para sujetar el conjunto, algunas veces, se utilizaban unos cordones llamados estordigas. Propios de la zona de Picos de Europa, extendiéndose por el este hasta no sabemos dónde, ¿tal vez hasta el Besaya? Llamados también ZARAGUTOS.

Nº2: CHANCLOS, ¿CHOCLOS, CHUECLOS? Sin duda, el calzado de goma más extendido por toda la vertiente norte, llegando hasta las Encartaciones. Se usan con zapatillas, escarpines o con calcetines de lana. El modelo clásico es el de la parte superior de la imagen, con lengüeta, aunque hoy día también se fabrican chanclos sin ella. En algunas partes de la Montaña llamaron chanclos también a las hechas de neumático viejo (parte inferior del número 3), pero no eran comunes y hay muchos pueblos donde no las conocen.

Nº3: ALBARCAS O ABARCAS. En Merindades, Trasmiera, Castro Urdiales, Soba… denominan almadreña al zueco de madera que en el resto de Cantabria llaman albarca. Y en estas comarcas mencionadas llama(ba)n albarca a este calzado, antes de cuero, ahora ya solo de goma. Se utilizan con calcetines (no con zapatillas de casa). Las abarcas o ZATAS de la parte superior son típicas vascas, con cordones hasta la pantorrilla. Se usaron también por la pasiguería, llamadas allí ZARAGUTOS. Las dos inferiores son las típicas de Merindades (Orbaneja del Castillo y Castresana de Losa), hechas con goma y suela de neumático usado. Son muy similares a las de La Rioja y resto del Valle del Ebro. La foto más pequeña muestra una albarca de Teruel con el mismo sistema de atado al pie que llevaban las nuestras. En el Valle de Manzanedo las llaman CHATARILLOS, una conexión lingüística más de este valle con la forma pasiega CHÁTARA (véase el atlas lingüístico de la fresa silvestre publicado en este blog).

Por otros sitios del resto de la España mediterránea fueron también muy comunes otros modelos de albarcas de goma con suela de neumático, aunque en general pareciéndose ya más a sandalias, más abiertas.

 

Nº4: ALMADREÑAS DE GOMA. Además de estos tres tipos de calzado de goma, en todo el Norte Cantábrico existió un cuarto tipo, similar a las almadreñas de madera pero fabricadas enteramente de caucho. Las dos marcas pioneras en este tipo de calzado fueron Lampreabe, de Pamplona, y Garay, de Baracaldo. Hacia los años 20 empezaron a tejer una tupida red de viajantes que se encargaban de distribuir sus productos por todo el norte cantábrico: chirucas, corizas, chanclos y hasta almadreñas de goma, que eran utilizadas sobre todo por los mineros asturianos y leoneses.

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Almadreñas Lampreabe. Foto de Carlos Farnández.

 

 

El mes de agosto

Entramos en agosto y a segar el centeno y algo de trigo. Este mes era malo en la puchera, ya que no quedaban chorizos ni lomo y, por si fuera poco, las vacas por el monte ya no pacían nada. A los bueyes, se les echaba un poco de hierba y un brazado de ramas de las patatas, que ya se sacaban nuevas en la huerta, y lo mismo con las cebollas blancas, que era la salvación.

Lo primero, se machacaba el centeno. Esto se hacía a palos sobre una puerta vieja o algo parecido y algunas veces se les pasaba el trillo para tener algo de paja. Con el centeno las gallinas ponían el portal perdido de garnazas (excrementos), dándose el caso de no tener dónde poner los pies.

Y una vez terminado el centeno, se empezaba con el trigo. Lo poco que se sembraba y lo menos que se cogía, lo mismo el trigo que el centeno era una ruina para trillar. Los bueyes venga dar vueltas con el trillo y alrededor del mismo 3 o 4 personas como nada, y tanto unos como otros estaban muy a disgusto. Los bueyes, que eran tudancos de sangre, a la media vuelta te la hacían, no estaban contentos y eso que tenían retrete mientras duraba la trilla.

A los pequeños nos gustaba montar en el trillo las primeras vueltas, te mandaban pinchar a los bueyes y te tostaba el sol, y ¿qué hacías?, echar tragos de agua y mirar para arriba que se oía el ruido de un avión, y las mozas deseando que terminara todo esto para ir al molinucu, cogían una bata vieja y una jaboneta y debajo de la escumiana, y los chavales al Bao de Abajo, todos usábamos el mismo bañador y, al salir, los ciruelos temblaban.

Y al otro día Nuestra Señora, la de Agosto, y seguido San Roque, y como estaba tan cerca pues íbamos todos, chicos y grandes, se paraba en la estación, se echaba una jarra de vino y a Robredo. Pero esto sería como mucho a las 5 de la tarde, que entonces las romerías se hacían de día, de noche la verbena, pero como muy tarde hasta las 12.

Texto de la obra de Elisardo Ruiz (2001) «Ahedo, Tu Eres mi Pueblo»

Fotos de Nicolás Ordóñez: Trillando en Quintanilla de Pienza, Merindad de Montija.