Campamento romano de Castrillo, Lahoz, Valderejo

O de cómo NO todos los campamentos romanos de la zona fueron coetáneos con las guerras cántabras.

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Vistas del yacimiento desde el Alto de Lerón. Foto de Ángel Bur.

 

En Valderejo, Valdegovía, se localiza un campamento romano ciertamente interesante por lo atípico. Se trata de un pequeño campa aestiva localizado por encima del pueblo de Lahoz, cerca del límite administrativo entre Losa y Valdegovía.

El agger se encuentra rematado por un pequeño muro de piedras de en torno a 1 metro de anchura, que se completaría con una empalizada de madera (vallum), siguiendo patrones conocidos en otros campa aestiva (Francese, 2010) y/o basada en los pila muralia transportados por los legionarios en sus desplazamientos y utilizados de forma versátil para reforzar las defensas del campamento.

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Estructura defensiva típica de un campa aestiva. Imagen de Christopher Francese (2010).

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Esquema de unas defensas de tipo pila muralia.

 

Por su localización podría pensarse que estamos ante un campamento de asedio romano participante en las guerras cántabras. Sin embargo, presenta elementos distintivos que lo hacen único en todo el norte ibérico:

1. No se han documentado castros cercanos a los que atacar. El más cercano es el Peña Gobía, en San Zadornil, pero no parece haber tenido un papel relevante en esta época (Martínez, 2010). El de San Pantaleón de Losa queda al otro lado del cordal montañoso y tampoco muestra evidencias arqueológicas de asedio romano.

2. Es un campa aestiva de forma redondeada y pequeño tamaño, que no albergaría más de 2-3 centurias, entre 160 y 240 hombres en el mejor de los casos.

2. El acceso se realiza por el norte mediante una puerta en clavícula externa. Consiste en la prolongación del agger hacia el exterior describiendo un cuarto de círculo junto al cortado para optimizar la defensa. No se tiene, por el momento, noticia del hallazgo en la Península de ninguna otra clavícula externa. Este tipo de acceso se ha datado desde época de Julio César hasta mediados del siglo II d.C. (Peralta 2002).

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Plano del recinto. Dibujo de Antxoka Martínez.

 

 

3. Basándose en este sistema de acceso y en una moneda encontrada en el curso de las excavaciones, su descubridor (Martínez, 2010) lo ha datado en torno a mediados del siglo II dC, es decir posterior a las guerras cántabras y sin relación con este evento bélico.

Según este autor, se trataría de una fortificación levantada de modo similar a los campamentos de campaña pero con una finalidad de entrenamiento de las tropas. En el contexto de la Hispania romana, también se han interpretado como de maniobras los campamentos de la Legio VII en Castrocalbón, León (Peralta, 2002). El levantamiento de campamentos formaba parte del entrenamiento del legionario romano (Peralta 2002), por lo que resulta coherente que, antes de partir a sus destinos, los reclutas recibieran entrenamiento en su lugar de origen. Esto significa, al hilo de lo anteriormente expuesto, que Castrillo vendría a ser un campamento levantado por reclutas autrigones, probablemente para integrarse posteriormente en la cohorte II hispanorum y la II hispana atestiguadas en la época en Mauritania (Roldán 1974).

Para saber más: http://www.valdegovia.org/…/el-castellum-romano-de-castrill…

 

 

 

Breve apunte histórico sobre Valpuesta y San Zadornil

Valpuesta es un pueblo del este de las Merindades ciertamente peculiar. Por varios motivos.

1. Acoge un monasterio en el que se escribieron las primeras palabras en castellano que han llegado hasta nuestros días (s.X). En concreto “kaballos” donde hasta entonces ponía “caballi”, “molino” en vez de “mulinum”, «calçada” en vez de “calciata”, “pozal” en lugar de “puteale” y “iermanis” en vez de “fratres”.

2. En época del Reino de Asturias contó con un obispado que ejerció su influencia por buena parte de Cantabria, Merindades, Vizcaya y Álava, el segundo del reino después del de Oviedo, fundado por el rey Alfonso II de Asturias, y que pervivió desde 804 hasta 1087.

3. Tal vez por haber sido una de las sedes episcopales geminales del posterior obispado de Burgos (creado por Alfonso VI de León en 1075), se mantuvo estrechamente vinculado a esta diócesis en siglos sucesivos, perteneciendo junto con Berberana al relativamente lejano Partido de La Bureba (Diócesis de Oca), Corregimiento de Burgos y no al Partido de Castilla Vieja en Burgos al que perteneció toda la parte este de Merindades antaño bajo dominio directo de los Condestables de Castilla (San Zadornil, Villalba de Losa, Medina de Pomar, Tobalina, Frías), ni mucho menos al Partido de Castilla Vieja en Laredo, cuya capital era Villarcayo.

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Foto de Roberto Pinedo.

 

Hoy en día constituye, junto con San Zadornil, una especie de isla geográfica perteneciente a Merindades en medio del resto del valle alavés del Omecillo.

Al respecto, cabe señalar en primer lugar que toda Valdegovía fue parte de la Castilla nuclear, perteneciendo en el aspecto contributivo a la Merindad de Castilla la Vieja desde que existen registros históricos hasta el siglo sXVI, judicialmente al Corregimiento de Villarcayo hasta el s XVIII y eclesiásticamente a la Diócesis de Burgos hasta 1951.

Por ello, lo más llamativo tal vez sea por qué Valpuesta y la Jurisdicción de San Zadornil no se incorporaron a ese proceso de desgajamiento del resto de Las Merindades como hicieron el resto de vecinos del valle. No existe la menor investigación pormenorizada al respecto, aunque sospechamos que tiene que ver con la distinta titularidad de cada enclave y la poderosa mano de los Velasco (caso de San Zadornil) y el Obispado de Burgos (en el caso de Valpuesta). En concreto, San Zadornil pasó a ser Tierras del Condestable en 1312-1392 (Arribas, 2016).

Hace unos meses veíamos que este mismo factor determinó el límite administrativo actual entre Campoo-Valderredible y el oeste de las Merindades, culturalmente indistinguibles.

 

 

 

Cegalita

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Significado: Mariquita (Coccinella septempunctata).

Extensión: Parece ser un localismo de Sotoscueva, ya que en otros sitios del ámbito lingüístico cántabro la llaman de otras maneras: CATALINA (Trasmiera, Liébana..), BONITA, CONTADEOS. CUENTADEDOS, SANJUANÍN, SANTUCA, COCUCA, CUCULINA, LORITO, GALLINUCA DE DIOS, MARIQUITA DE DIOS, VAQUITA, MONJA, PINTIEGA, PASTORCITO, etc.

De hecho, hay informantes de Villarcayo y el mismo Sososcueva que llaman cegalita a la polilla nocturna, así que el tema está lejos de estar claro.

La canción que se les cantaba para que echasen a volar empezaba así: «Cega, cegalita, qué andas a buscar, cuéntame los dedos y échate a volar».

Fuentes: http://www.sobrepenna.es/adobereader/sotoscueva_lenguaje1.pdf

 

Espadas de gavilanes curvos o de Miraveche

En el siglo V aC se incorpora la espada a los ajuares militares de nuestra zona, aunque de forma limitada, de manera acorde al valor simbólico que la misma desempeñó, al margen de su funcionalidad inmediata, y a su monopolización por un reducido segmento social de rango máximo.

La espada imperante en esta zona es la denominada de Miraveche, una espada de longitud media (47 cm de media), con hoja de lengua de carpa, pomo rematado en apéndice cónico o pequeñas antenas y característicos gavilanes curvos guarnecidos con prótomos de verraco, siendo las vainas de material perecedero, a excepción de las cañas de bronce externas y de su particular contera, también broncínea y profusamente decorada. 

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Foto de Mauricio Maurano.

 

Se trata de un modelo de escasa difusión, restringido al alto Ebro, alto Pisuerga y Duero medio, del que apenas conocemos una docena de ejemplares, seis de ellos encontrados en Miraveche (La Bureba), otro en Peña Amaya y otro en Monte Bernorio, entre otros lugares próximos. Muestra estrechos paralelismos con las espadas de ricassos de Can Canyis (Tarragona) o los puñales tipo Coubeira gallegos (Schüle 1969). 

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Bandera del municipio de Miraveche.

Su cronología se ha fechado en el siglo V aC. Dos siglos después, en yacimientos del siglo III aC como el de Villanueva de Teba, ya no aparece, por lo que coincide temporal (y espacialmente) con el conocido e icónico puñal de tipo Miraveche-Monte Bernorio. A partir del siglo III se generalizan en toda la zona los puñales biglobulares de influencia celtíbera. 

Texto de Sanz, C. (2002). Panoplias prerromanas en el centro y occidente de la Submeseta norte peninsular.

 

 

 

Castro de San Pantaleón de Losa

Sobre el peñasco donde se encuentra la ermita de San Pantaleón hay algunos vestigios, escasos, de un poblamiento de tipo castral, que se corresponden con uno de los castros de mayor tamaño de la zona oriental de Merindades (19,5 Ha, según Ruíz Vélez, 2003), similar al de Momediano (18 Ha) y ambos mayores que el de Peñarrubia (10 Ha). Ningún autor conocido lo ha definido de forma clara como perteneciente a autrigones o a cántabros. Hay elementos que permiten sospechar que podría ser cántabro, como el hecho de que su monumentalidad se aprecie mejor viniendo del este y con una retaguardia por el occidente más bien discreta y relativamente más accesible. Pero la ausencia de campamentos de asedio romanos localizados en la zona y la presencia de elementos defensivos romanos en su interior (turris de vigilancia) nos hacen pensar como más probable el que fuese un castro autrigón. O tal vez estemos ante un castro antaño cántabro ocupado posteriormente por los autrigones en su búsqueda de una salida al mar desde La Bureba. Resulta imposible concluir nada mínimamente serio con el estado actual de nuestro conocimiento arqueológico de toda esta zona que es aún muy escaso.

El conjunto castral está ubicado sobre la ladera occidental que desciende hacia el río Jerea, uno de cuyos meandros delimita el recinto. Los otros dos flancos aparecen marcados por los escarpes del espolón rocoso, de una altura superior a los 20 m. En superficie aparecen amontonamientos de piedras labradas correspondientes a las viviendas del antiguo poblado. Se concentran en la zona próxima al río, en la parte más baja del recinto. Las casas debían estar construidas sobre terrazas muradas que contrarrestaban la pendiente. (Bohigas, Campillo y Churruca, 1984). Apenas quedan rastros de la muralla exterior que cerraba el acceso desde el río ya que posiblemente fue usada como cantera para construir la conocida ermita románica que se encuentra en el interior del castro. En superficie han aparecido materiales cerámicos correspondientes a un amplio espectro cronológico, aunque sin cerámica romana sigilata. Solo cerámica prerromana con desgrasantes micaceos elaborada a mano y de época medieval.

En la parte más alta del conocido crestón calizo en forma de proa de barco se localiza una pequeña zona de poco más de 1000 m2 y separada del resto del castro por una segunda línea de defensa consistente en dos amurallamientos y otros tantos fosos apoyados contra los ángulos de la peña. Hoy en día solo se aprecia un foso entre dos taludes, un muro transversal de un metro de espesor y más de 10 metros de largo con puerta lateral de esviaje. El acceso se hace por esta puerta a través del foso que separa ambas murallas y recorre el recinto hasta el lado contrario y entra por detrás del muro. Este podría ser el único caso conocido de acrópolis amurallada en castros de nuestra comarca, pero existen varios ejemplos en otros castros del Noroeste hispano. Los más cercanos son los que se han localizado en los oppida cántabros de Monte Bernorio (Montaña Palentina), La Ulaña (Las Loras) o en el castro de Espina del Gallego (entre las cuencas del Besaya y el Pas), que cuentan todos con acrópolis protegidas por líneas defensivas (Peralta, 2000). Estos recintos eran la residencia de las élites guerreras que controlaban el territorio y la explotación de los recursos ganaderos, mientras que las viviendas del resto de la población se concentraban en la parte baja del castro (Álvarez-Sanchis, 1993), lo que nos muestra que la sociedad de las gentes de la Edad de Hierro estaba fuertemente jerarquizada y militarizada, con una cima coronada por una aristocracia militar.

No obstante, esta misma interpretación del yacimiento tampoco es segura, dado que hay expertos que opinan que no existe el menor rastro de muralla exterior anexa al río. No hay piedras ni morcueros en las cercanías que necesariamente hubiera dejado una muralla, ni cascotes internos de pequeño tamaño que llevan en el interior y no sirven para la construcción. Ni hay cerámica ni manchones de ceniza, nada de nada. Podría haber existido una línea de muralla inferior siguiendo el camino que permite acceder al actual aparcamiento, por lo que la extensión total de este castro sería bastante menor, en torno a las 2 Ha. Por eso opinan que estaríamos ante un castro de tipo guardia, con origen en la Edad del Bronce final y posteriormente abandonados y reutilizados en la Edad del Hierro. Otro ejemplo de castro de este tipo sería el de La Muela (Merindad de Sotoscueva).

Dentro de la acrópolis se ha localizado un pequeño recinto de forma rectangular, seguramente posterior de época romana, y que podría corresponder con los restos de una turris o castellum de vigilancia militar (s.III-IV d.c.), similar a la localizada en el cercano Herrán y cuya misión sería controlar el estratégico paso del rio Jerea que comunica las zonas fuertemente romanizadas de Losa y Tobalina.

En las siguientes fotografías presentamos la interpretación que ha hecho el investigador Jesús Pablo Domínguez junto con Aitor Cabezas de los restos de la acrópolis que hoy día son visibles.

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