Nuestras palabras: tornos, tornu, torno

TORNU. Curva muy cerrada en una senda, o en un camino para que no «entornaran» los carros.

Definición de Palabras de Liébana.

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Puerto de los Tornos entre Laredo y Merindades (Foto de Imanol Mármol).

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Desfiladero de los Tornos, entre Tudanca y Cidad de Ebro (Foto de #elebroescondido).

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Altu el Tornu de Llanes, Asturias (Foto de FlyGus).

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Los Tornos de Liordes, Liébana (Foto de José A. Ramos).

Nuestras palabras: Apañar

Significado: Recolectar o recoger fruta, especialmente cuando ha caído al suelo. También cortar y recoger hierba.

Ámbito: La mayor parte del ámbito cultural cántabro, además del asturleonés y galaico.

 

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Apañando nueces, una vez desprendidas del concho (corteza verde).

 

Breve apunte histórico sobre Valpuesta y San Zadornil

Valpuesta es un pueblo del este de las Merindades ciertamente peculiar. Por varios motivos.

1. Acoge un monasterio en el que se escribieron las primeras palabras en castellano que han llegado hasta nuestros días (s.X). En concreto “kaballos” donde hasta entonces ponía “caballi”, “molino” en vez de “mulinum”, «calçada” en vez de “calciata”, “pozal” en lugar de “puteale” y “iermanis” en vez de “fratres”.

2. En época del Reino de Asturias contó con un obispado que ejerció su influencia por buena parte de Cantabria, Merindades, Vizcaya y Álava, el segundo del reino después del de Oviedo, fundado por el rey Alfonso II de Asturias, y que pervivió desde 804 hasta 1087.

3. Tal vez por haber sido una de las sedes episcopales geminales del posterior obispado de Burgos (creado por Alfonso VI de León en 1075), se mantuvo estrechamente vinculado a esta diócesis en siglos sucesivos, perteneciendo junto con Berberana al relativamente lejano Partido de La Bureba (Diócesis de Oca), Corregimiento de Burgos y no al Partido de Castilla Vieja en Burgos al que perteneció toda la parte este de Merindades antaño bajo dominio directo de los Condestables de Castilla (San Zadornil, Villalba de Losa, Medina de Pomar, Tobalina, Frías), ni mucho menos al Partido de Castilla Vieja en Laredo, cuya capital era Villarcayo.

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Foto de Roberto Pinedo.

 

Hoy en día constituye, junto con San Zadornil, una especie de isla geográfica perteneciente a Merindades en medio del resto del valle alavés del Omecillo.

Al respecto, cabe señalar en primer lugar que toda Valdegovía fue parte de la Castilla nuclear, perteneciendo en el aspecto contributivo a la Merindad de Castilla la Vieja desde que existen registros históricos hasta el siglo sXVI, judicialmente al Corregimiento de Villarcayo hasta el s XVIII y eclesiásticamente a la Diócesis de Burgos hasta 1951.

Por ello, lo más llamativo tal vez sea por qué Valpuesta y la Jurisdicción de San Zadornil no se incorporaron a ese proceso de desgajamiento del resto de Las Merindades como hicieron el resto de vecinos del valle. No existe la menor investigación pormenorizada al respecto, aunque sospechamos que tiene que ver con la distinta titularidad de cada enclave y la poderosa mano de los Velasco (caso de San Zadornil) y el Obispado de Burgos (en el caso de Valpuesta). En concreto, San Zadornil pasó a ser Tierras del Condestable en 1312-1392 (Arribas, 2016).

Hace unos meses veíamos que este mismo factor determinó el límite administrativo actual entre Campoo-Valderredible y el oeste de las Merindades, culturalmente indistinguibles.

 

 

 

Una bolera de oro en la canal del Dulla

Cerca del pueblo de Quintanilla Valdebodres, Merindad de Sotoscueva, se encuentran Las Canales del Dulla, un extenso conjunto de cañones y barrancos originados por la erosión kárstica. De todos estos cañones, el de Dulla es el mayor de todos y da nombre a todo el conjunto.

A los pies del escarpe calizo de su ladera norte se localiza una pequeña cavidad, llamada CUEVA DEL ORO O DEL MORO que atesora una curiosa leyenda. Dice lo siguiente: «En la Cueva del Moro, término de Dulla, existe una bolera de oro. Algunos han entrado por ver de encontrarla. Salvada la cima de acceso toparon con profundo lago, defendido por una balaustrada y en la balaustrada se leía un letrero: ALEGRE ENTRADA, TRISTE SALIDA. En efecto, grandes dificultades que hubieron de salvar para salir de la caverna, y aún se cuenta que alguno de los que en diversas ocasiones se internaron en la cueva en busca del codiciado tesoro, no logró ver más la luz» (Bocanegra, 1958).

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Fotos de Roberto F. García / http://www.espeleofoto.com

Desgraciadamente esta leyenda ha provocado el deterioro del importante yacimiento arqueológico de esta cavidad, por ser objeto de numerosas visitas de buscadores del tesoro (Ortega, 1988). En 1967 se publicó el hallazgo por un particular, en superficie y a unos 200 metros de la entrada, de numerosos fragmentos de cerámica lisa y base plana y diversos huesos humanos (Nolte, 1971). Se desconoce el paradero actual de estos hallazgos fechables, como los de muchas otras cuevas de esta zona, en la Edad del Bronce. En los enormes fondos del Museo de Burgos se localizó hace años una calota craneana de tipo neandertaloide, que en la época de Bohigas, Campillo y Churruca (1984) estaba en estudio pero cuyas conclusiones desconocemos a día de hoy.

El folclore cántabro es rico en menciones a bolos y boleras de oro. Así por ejemplo, la Cueva d’Ungayu (Suances) cuenta con una bolera de oro enterrada, alrededor de la cual se reunían las famosas brujas que partían luego hacia la laguna de Cernégula. En Corona (Valdeón) hay una cueva en la que se guarda una bolera de oro, «de cuando los moros». En Asturias «existen» también varias boleras de oro, especialmente por la zona de Cangas de Narcea y Tinéu (Suárez, 2001).

En Merindades, como en todo el Noroeste Cantábrico, resulta muy habitual escuchar que algo antiguo o misterioso es “de cuando los moros”. Algunos explican esta tradición diciendo que los musulmanes, en su rápida huida de la zona, dejaron tesoros escondidos en la tierra. Suele atribuirse a los moros la construcción o pertenencia de tumbas, cuevas y fuentes. En realidad, esta tradición oral guardada en la memoria colectiva de las gentes del Norte, no alude a los musulmanes sino a una raza primigenia de seres mágicos y mitológicos que construyeron dólmenes y fueron expulsados por los hombres al inframundo de las cuevas, donde guardaban fabulosos tesoros, como las citadas boleras de oro (Quintía, 2015).

 

 

 

Etimología de Rudrón

El río Rudrón es un afluente del Ebro en su curso alto. Nace en El Tozo, en un paraje conocido como Fuente Abar, cerca de San Mamés de Abar. Como consecuencia de desaguar en el Ebro ha generado a lo largo de los milenios un cañón espectacular encajonado en las parameras circundantes y sobre el que se asientan algunos pueblos de Las Loras. Después de un recorrido de algo más de cuarenta kilómetros desemboca en el Ebro cerca de Valdelateja.

Existe en toda la zona de Las Loras una fuerte corriente de opinión popular que vinculan numerosos topónimos de la zona a un supuesto origen vasco. En el caso que nos ocupa, algunos han considerado que Rudrón deriva de Ur-on, agua-buena en «iberovasco» dicen. Se apoyan para ello en argumentos tan sólidos como la abundancia de topónimos «iberovascos» de la región, así como en las características de pureza del agua de este río (un agua excepcionalmente más buena que la de otros ríos de la zona, según parece deducirse). Además, afirman, el nacimiento del Rudrón está en San Mamés de Abar (San Mamés del Borbotón), junto al pueblo de Basconcillos del Tozo, cuyo topónimo «Basconcillos» aclara cualquier duda acerca de la identidad vascuence, ibérica al fin y al cabo, de los pobladores del lugar, reforzando aún más la explicación de que «Rudrón» es «Río de agua buena».

… En fin…: invitamos al que quiera saber algo más serio sobre este topónimo a que siga leyendo.

 

Lo primero que conviene tener claro es que este origen toponímico (como el resto de supuesta toponimia vasca de Las Loras y que ya hemos analizado en entradas anteriores de esta página) es únicamente una mera elucubración mental «popular» sin el menor fundamento y/o apoyo científico.

La primera mención documental de Rudrón data de 1121-1124 y aparece como UZRÓN (Documentación de la Catedral de Burgos, doc. 22): “in Rivo de Uzron in villa qui dicitur Valneolos”. En 1243 de nuevo aparece “e todo rio Uzron” (Martín Viso, 2002; Martínez Diez, 1981). Miñano en su Diccionario de 1829 todavía recoge esta denominación, aunque ya junto a la actual: “Uzron ó Rudron, como vulgarmente le llaman”. Parece por tanto que la denominación de este río durante siglos fue la de Uzrón, un nombre que recuerda al vecino rio Odra.

Ya en 1964, Pérez Carmona se percataba de esta similitud, señalando lo siguiente: “Es curioso observar que muchas de las designaciones de ríos de la mitad septentrional de España tienen el sufijo -ón, v. gr.: Nalón, Nervión, Aragón, Jalón, Cantón. De este misterioso grupo tenemos en Burgos los hidrónimos Rudrón, Arlanzón, Tirón, Gromejón, además de otros nombres de arroyos: Salón, Neón, Retentón, Matagón, Riagón, Pontón, Abejón y Garganchón. Hemos advertido igualmente la existencia de radicales duplicados, uno de ellos con la sufijación -ón: Arlanzón junto a Arlanza; Rudrón o río Odrón y Odra.” Se trataría por lo tanto de un aumentativo para indicar que es como el río homónimo, pero más importante o principal.

El río Odra nace muy cerca del Rudrón, al norte de Peña Amaya, cerca de Fuenteodra, y desemboca en el Pisuerga. Bosch Gimpera relaciona la forma antigua de este nombre, Autura o Aut(u)ra, con el nombre Áutruca, ciudad de los turmódigos, por cuyo antiguo territorio discurre el Odra que ya recogía Ptolomeo como Autraka. Esta última forma porta el sufijo indoeuropeo, quizá céltico, –ka o el céltico–āka. Odra sería una forma indoeuropea, como confirma también la primera parte del nombre: au-, raíz general europea que hace referencia al agua por su significado básico, que sería ‘moverse’, ‘fluir’, ‘correr’. El mismo significado tendría el río Oder u Odra que discurre entre Alemania y Polonia. Según esta interpretación, Odra sería “corriente de agua”, es decir, “el Río” por antonomasia.

Rudrón (Riu Odrón) parece ser, en resumen, un hidrónimo de origen indoeuropeo con el significado de río principal, mayor que el Odra.

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Foto de Vamos a Cantabria

En la imagen aparece una parte del cañón del Rudrón a principios de primavera, visto desde el mirador de San Felices, con la nacional Burgos-Santander discurriendo por el fondo del valle.

 

 

 

Nuestras Palabras: Andorga

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Significado:
Estómago, bajo vientre.
Llenar la andorga: hartarse de comer.
Se utilizaba en frases como la siguiente: “¿Ya llenaste la andorga?”. Es decir: ¿Ya has comido? ¿Ya te has hartado de comer?
Extensión de uso: Al menos en Escalada (Valle de Sedano), Pasieguería y tal vez zonas intermedias (no nos consta). Utilizada también en una amplia franja del norte de España que va desde el este de Galicia, pasando por León, Asturias y Cantabria.

Fuentes:
http://www.arija.org/es/index.php?title=Localismos
https://es.wiktionary.org/wiki/Wikcionario:Cantabru_ama
http://mas.lne.es/diccionario/palabra/36849
http://sli.uvigo.es/DdD/ddd_pescuda.php?pescuda=andorga&tipo_busca=lema

 

Nombres típicos de las Merindades: Gelín, Toñín, Zalín.

Hipocorísticos muy comunes por toda la zona de influencia cultural cántabra.

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González Goñi (2007) en «Apuntes sobre el Habla de la Merindad de Sotoscueva. Fonética y Morfosintaxis.» dice lo siguiente: Sin duda uno de los rasgos más notables de la morfología del habla de Sotoscueva sea el empleo de la terminación –ucu, -uca para formar diminutivos y afectivos, frente al uso general de –ito, -ita en la mayor parte del español: pastorzuca, mozuca, pañuelucu, morucu. Muy abundante es también el empleo de –in(o), -ina: dedín, piececín. Esta terminación se aplica con frecuencia a nombres propios, con carácter afectivo, o para distinguirlos del padre: Gelín, Toñín, Zalín.»

 

Etimología y extensión de la palabra Muga

Existen al menos dos topónimos denominados MUGA en la Cantabria Burgalesa: un pueblo en Losa, cerca del ámbito idiomático vasco y un páramo en las faldas de Peña Amaya.

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Montes de la Peña (Valle de Mena) desde la zona por encima de Muga (Junta de Traslaloma). Foto de Asier Arroyo.

Sobre su etimología, lo primero que hay que señalar es que se trata de una palabra común en muchos idiomas y utilizada en una amplia zona de la península ibérica. Es cierto que en vasco moderno encontramos los términos muga para decir ‘límite’ (mugalde ‘frontera’, mugarri ‘mojón de límite’, etc.), pero es que muga, con el significado de “mojón, término, límite” es voz común también en el catalán y aragonés (Hubschmid, 1960), bearnés (Rohlfs, 1935) y leonés (Alonso Garrote, 1947). La palabra parece derivar de la raíz indoeuropea *muk- ‘pila’, que evoluciona en el antiguo eslavo a mugr ‘pila, montón’, al griego µυχων, o al antiguo alemán muche. En catalán tenemos boga ‘muro fronterizo o lindero (Ribagorza); en aragonés buega ‘mojón’; en castellano mogote ‘mojón; montón de piedras; colina aislada en forma cónica y de punta roma; despunte de cuerno’ y mojón (en el caso de proceder de *moculone); en portugués septentrional mogo; en gascón mugo ‘talud’; en provenzal alpino mucho ‘tocón’; en savoyano moche ‘ídem’; en francés moche ‘cúmulo; mota de tierra’; y en lombardo mucca ‘tocón’ (Vidal, 2009).

Existe un río Muga en Gerona que separa el Alto Ampurdán de Francia, y también un Pico Muga en el Pirineo cerca de Panticosa, otro Pico Muga en Lubián, localidad zamorana colindante con Galicia, otro en la Montaña de Riaño, un alto de la Muga en Ribadesella, así como varios otros enclaves con escasa sospecha de haber sido vascos o vasconizados en algún momento de su historia, como San Lorenzo de la Muga en Gerona, Muga de Sayago y Muga de Alba en Zamora, etc… San Salvador de Cantamuda, Palencia, aún se pronuncia Cantamuga por algunas personas de la zona. Y en privilegio rodado de Alfonso X de la catedral de Palencia (Año 1256) aparece: «Monasterium sancti Saluatoris de Campo de Muga…». Muda aparece también en San Cebrián de Mudá, Arroyo Mudá, y en la toponimia menor palentina aparecen Las Mudas en Frechilla y Guaza (Tierra de Campos) y también en Lebanza, Liébana (Galmés, 2000).

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Pico Muga en Crémenes, Montaña de Riaño, zona límite de los cántabros vadinienses con los ástures.

Teniendo en cuenta todo lo dicho, muga está lejos de poder considerarse una palabra exclusivamente vasca ni mucho menos concluir que donde aparece el topónimo muga es un indicio de que allí hubo (re)población vasca. Estamos por el contrario ante una palabra prerromana de raíz indoeuropea celta y su uso en el vasco actual debe entenderse como un préstamo de esta lengua al vasco en tiempos pretéritos.

 

 

Etimología y evidencias toponímicas de Amaya

 

Tablilla del “Itinerario de Barro” en la que aparece por primera vez el topónimo Amaya, s.III dC. Museo Arqueológico de Oviedo. Foto de Francis Suárez.

 

ETIMOLOGÍA

Sobre el posible significado de la palabra AMAYA existe bastante información disponible tanto en trabajos académicos como en determinadas páginas de internet. Por ello en esta nueva entrada de nuestro blog pretendemos más bien aportar nuevos conocimientos y tratar de condensar el estado de la cuestión hasta el momento. Se han propuesto dos hipótesis etimológicas básicas sobre este vocablo:

La primera afirma que procede del indoeuropeo am(m)a, am, a su vez con dos significados: el más extendido es el que lo vincula con el significado actual de MAMÁ, en lenguaje infantil y familiar (no con el de madre, cuya raíz indoeuropea es diferente). Pokorny (1959) menciona vocablos con similar significado y contexto en idiomas tan dispares como el albanés, griego, islandés, alemán, osco e hindi. Según cada idioma equivaldría a MADRE, TÍA, ABUELA, NODRIZA, ENFERMERA. Con la connotación afectiva de ama como mamá se relacionarían las palabras latinas amicus (amigo), amita (tía) y amare (amar). Corominas (1961) tiene a ama como nodriza o dueña de casa… procedente del hispanolatino Amma «nodriza» que debió significar primeramente «madre que amamanta» y que se ha mantenido especialmente en el ámbito lingüístico español y portugués. Amma, según San Isidoro de Sevilla (Etimologías 12 7.42) sería un nombre dado por el vulgo al murciélago, porque según una leyenda popular, mencionada por Ovidio (Fasti 6 128) y Plinio (11 39), ofrece leche a los recién nacidos, lo que lleva a Isidoro a poner en relación amma con amare. En las lagunas de Villafáfila (Zamora) se ha encontrado una curiosa estela que dice: Amma Nova, con su igual (pareja, marido), alimentó con leche a dos señoras(amas) al mismo tiempo. Puso este epitafio. Yacen aquí. La tierra las sea leve. La dedicante porta el conocido cognomen indígena Amma, bien documentado en la zona antes señalada en las formas derivadas de Amma, Ammia  y otras, y que aquí debe interpretarse como nodriza. En conjunto, parece derivarse de una forma del balbuceo infantil presente en muchos idiomas del tronco indoeuropeo para designar a una madre o cuidadora de forma cariñosa y afectiva.

Según una segunda acepción indoeuropea, también podría hacer referencia a CAUCE, LECHO DE UN RÍO. Con esta raíz hidronímica se han propuesto etimologías para zonas como el valle de Amaía, cerca de Santiago, Galicia (Bascuas 2002).

Una segunda hipótesis etimológica postula que estamos ante un vocablo preindoeuropeo (muchos dicen simplemente “vasco”, pero cuidado con simplificar en exceso: véase nuesta entrada). Se basa en la homofonía con la palabra del dialecto vizcaíno amai, que significa CONFÍN, TÉRMINO + el sufijo -a «el, la, lo», justificando así el hecho de estar aquélla en los confines de la Cantabria.

Esta teoría tiene ciertos elementos a su favor. No solo por el hecho de que, en efecto, Amaya fuese el límite de los cántabros con los vacceos y turmogos en época prerromana y con los visigodos en tiempos del Ducado, sino también porque el Castillo de Maya, en el Baztán navarro (llamado en euskera Amaiurko gaztelua) fue el último bastión de la independencia navarra frente al asedio castellano en 1522. Estamos ante un curioso paralelismo histórico y homofónico, con 800 años de diferencia entre uno y otro, pero sugerente en cualquier caso.

EVIDENCIAS TOPONÍMICAS

Algunos filólogos se han percatado de que esta palabra y sus derivados aparecen con relativa frecuencia en documentos e inscripciones de época romana en toda una amplia zona de Hispania centrada en el Noroeste ibérico y alejada de la zona vasca. Los antropónimos Ammaia, Ammaea, registrados en inscripciones de Lisboa y Arroyo del Puerco (Huelva), son algunos de los más claros. Am(m)aia era cabeza de los Amaeos, gentilidad indígena de Galicia, perteneciente a la tribu de los Caporos. Contienen el nombre Ammeius, documentado también en un epígrafe de Bingen (Alemania). Estrabón cita una Aimaía en la zona de Limia (Orense). Por su parte, los Amaci o Ámacos eran gentes astures. Otros nombres personales, formas variantes y derivadas de este radical, son:  Ammus , Amma, Ammina, Amminus, antropónimos celtas y celtibéricos; este último, documentado en Badajoz, lo llevó también un jefe británico. Su base es Ammus, Am(m)ius / Amia, nombres personales atestiguados en distintas regiones célticas. Ammo-n aparece en epígrafes de Coruña del Conde (Burgos), La Foux (Galia), Heidelsburg (Alemania), etc. Am(m)onĭācus, Amonius, Amonus, Ammonika, Amona (Extremadura, Toledo y Galia). El gentilicio Amminicum se documenta en Uxama (Osma) y Ammira / Amira en Salamanca y Alcántara. En la Lusitania prerromana se conocen varias estelas con las menciones a A(m)maia y Am/maia (Cáceres), Amainio (Zamora), Ama[inio y Amaius (Castelo Branco, Portugal)  y Am(m)/ai(en)ci(s) y Ammai/[e(n)]si (Portalegre, Portugal). También cerca de Portalegre se localiza la villa romana identificada como Ammaia.

Además, existe el dato objetivo de que en el preindoeuropeo hispano parece que no contaban con el sonido m, ni el protovasco ni ninguna otra lengua. La forma que tenían de solucionar este sonido era la combinación sonora -nb-. Y hay muchas evidencias al respecto (aparte de la conocida derivación del protovasco *[h]anbar en el actual hamar, «diez»). Se sabe por ejemplo que el nombre de la ciudad alemana Emmerich, cerca de la actual Düsseldorf, procede de un antiguo *Ammeriacum, y éste a su vez de la forma documentada Ambariacum, lo que la aproximaría a otros nombres con radical amb-, como el antropónimo enormemente común en ciertas zonas de Hispania de Ambatus, presente incluso hasta la llegada de los romanos.

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Mapa publicado originalmente por Joseba Abaitua.

CONCLUSIÓN

Amaya parece ser una palabra incrustada en lo más profundo del acervo lingüístico de Las Loras. Lo más probable es que se trate o bien de un topónimo indoeuropeo, con el significado de la CIUDAD MADRE o bien preindoeuropeo, traducible como la CIUDAD LIMÍTROFE. En cualquier caso, estamos ante un topónimo y antropónimo ampliamente difundido por todo el noroeste peninsular, más común hacia el oeste que hacia el este de Peña Amaya. Pertenece al ámbito lingüístico prerromano de la Hispania occidental y fue recibido en el latín de la zona y pervivido en él hasta sobrevivir en los romances que lo continúan desde entonces (de Hoz, 2010).

Señalar por lo tanto que de ningún modo estamos ante un topónimo vascuence, ni mucho menos debemos deducir que el vasco llegó a hablarse en algún momento pasado en este sitio de Las Loras, sea por semejanza con el antropónimo Amaya (inventado por Navarro Villoslada en 1879) o por cualquier otro motivo con parecido fundamento. El hecho de que solo a nuestra Peña Amaya se le vean paralelismos etimológicos vascos por parte de algunos (véase también otros topónimos cercanos como Úrbel, Muga o las propias Loras) y no se busquen estos mismos paralelismos en otros topónimos y antropónimos gallegos, leoneses, portugueses o extremeños está indicando claramente que estamos ante una mera cuestión de interés geopolítico y/o miopía intelectual.

BIBLIOGRAFÍA:

Albertos, Mª.L. (1966). La Onomástica Personal Primitiva de Hispania. Tarraconense y Bética, C.S.I.C., Salamanca.

Celtiberia.net http://www.celtiberia.net/es/conocimientos/?idp=644

De Hoz, J. (2010). Historia Lingüística de la Península Ibérica en la Antigüedad.

Galmés, A. (2000). Los Topónimos: Sus Blasones y Trofeos (La Toponimia Mítica).

Hernández, L. y Jiménez, A. (2007). Novedades epigráficas de la provincia de Zamora, Acta XII Congressus Internationalis Epigraphiae Graecae et Latinae (Barcelonae, 3-8 Septembris 2002), eds. M. Mayer – G. Baratta – A Guzmán, Barcelona, pp. 723-725 y 727,

Hernández R. y Siles, J, (2012). Nueva lectura e interpretación de una inscripción latina de Villalpando (Zamora). Studia Philologica Valentina, 14, 89-97.

Hispania epigraphica.

Pokorny, J. (1959). Indogermanisches Etymologisches Wörterbuch. Bern / München.

Urbina, D. (1994). Ataecina y Urilouco dos divinidades indígenas en Talavera de la Reina.  Minius 2-3, 42-51.

Genes, pueblos y lenguas: Implicaciones toponíminas.

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Las lenguas son un fenómeno CULTURAL (no genético) que siguen un proceso evolutivo como cualquier otro aspecto de la cultura, de modo que en cualquier territorio del planeta (sea este Las Merindades, Cantabria, Euskadi o cualquier otro) nunca se ha hablado la misma lengua a lo largo de los siglos. Lo que suele ocurrir en la inmensa mayoría de los casos conocidos es que una élite (pequeña en términos poblacionales pero con una gran influencia cultural) llega con un idioma diferente a un lugar determinado y el resto de la población “nativa” (anterior a la llegada de estas élites) va asimilando la lengua poco a poco en un corto período de tiempo.

Por ejemplo, en Cantabria hoy día se habla el castellano. Pero no siempre fue así. La configuración y expansión de Reino Asturiano a partir de Alfonso I de Asturias hizo que Cantabria fuese previamente, casi con total seguridad, una zona de lengua asturiana al menos hasta las Encartaciones y la mitad occidental de Las Merindades. De esta etapa histórica quedan numerosos restos lingüísticos aún hoy día, muy valiosos para los lingüistas porque les permite conjeturar (con cierta solidez científica) las vicisitudes histórico-lingüísticas que experimentó la zona en aquel tiempo.

Podemos irnos más atrás en el tiempo para suponer cómo era la lengua de los antiguos cántabros prerromanos. La teoría que goza de más adeptos en la actualidad establece la formación del lenguaje y la cultura cántabras, la llamada “etnogénesis” cántabra, en torno al siglo VIII a. C., como resultado de la mezcla entre pueblos indígenas preindoeuropeos e invasores celtas indoeuropeos. Lingüistas como Tovar (1955) fueron defensores de un fuerte sustrato preindoeuropeo en el idioma cántabro prerromano, basándose en datos incuestionables como la aspiración del sonido f, que los emparenta con el idioma primitivo hablado en Vasconia y Gascuña, donde también se observa este fenómeno.

Llegamos así a un complejo panorama etimológico y toponímico para el caso de Merindades donde junto a nombres de pueblos creados a partir del s. XIII (todos los “quintanas” y “villanuevas” de la comarca), aparecen otros que denotan una llegada de repobladores vascos a una zona en la que no se hablaba vasco (todos los báscones, basconcillos, bascuñuelos, etc. que se localizan desde el norte de Palencia hasta Valdegovía), anteriormente una influencia cultural asturiana y cántabra en la época en la que Merindades fue parte del Reino Asturiano, s.VIII-IX (Riaño, Montoto, San Pelayo, Valdebezana, Bricia, etc..), lugares con toponimia latina que parecen derivar de pagos o fundi agrarios establecidos ya en época tardorromana, s.IV-V (Extramiana, Lezana, Lomana, Berberana, etc..), y finalmente otros que presentan una clara raíz celta (Cigüenza), indoeuropea no celta, detectable ya únicamente en hidrónimos (véase Odra *Autra, y su derivado Autrigonia, que hace Villar 2005, también Pisuerga en una entrada anterior de nuestro blog), o directamente preindoeuropea, para lo cual contamos con una joya lingüística como es el idioma vasco (Muga, en el Valle de Losa).

De hecho, para conocer algo sobre el significado de estos topónimos primigenios debemos recurrir necesariamente al único lenguaje preindoeuropeo vivo en la actualidad: el vasco. Lo primero que hay que dejar bien claro es que cuando nos arrimamos al vasco para conocer la etimología de ciertas palabras debe evitarse sacar conclusiones facilonas y simplistas del tipo: “como esta palabra existe en vasco entonces aquí se habló vasco en algún momento del pasado» (normalmente reciente, con una especial predilección por resaltar la brevísima etapa de dominio navarro de la zona, de 1028 a 1055, es decir 27 años). Esto no suele ser cierto. Una similaridad fonética con el vasco, normalmente en ausencia de explicaciones etimológicas alternativas, lo que indica más bien es que esa palabra procede de algún idioma preindoeuropeo similar al protovasco, el antepasado del vasco actual. Ni más ni menos. El vasco siguió evolucionando (por ejemplo, adquiriendo el sonido m, que no existía en el protovasco) mientras que en nuestra zona el preindoeuropeo se perdió con las invasiones celtas del siglo VIII aC.