Calabazas en la noche de ánimas en Merindades. Una tradición anterior al Halloween

El tallado de diferentes frutas y hortalizas es una práctica común en muchas partes de Europa. Aunque las fechas concretas en las que se suelen hacer estas figuras varía de unos sitios a otros, en la mayor parte de los casos se asocian con este período de tiempo en el que estamos, entre octubre y diciembre.

En Irlanda, a la calabaza vaciada se la conoce como “jack-o’lantern” y va asociada a la conocida festividad de Halloween, de la cual no existen allí registros anteriores al siglo XIX. También el 31 de octubre se celebra en la isla de Man (Gran Bretaña) el “Hop-tu-Naa” con nabos ahuecados. En Francia existe una costumbre similar, los llamados «guénel» o faroles tallados a partir de la remolacha y usados popularmente en el «défilé des guénels», que se celebra durante el mes de diciembre. En Cerdeña se ha conservado una tradición de calabazas iluminadas el día 2 de noviembre, las “sa conca e mortu”, aunque también hay otra tradición en la que los niños llevan calabazas iluminadas en la fiesta de San Andrés, al final de noviembre.

fig3c

En numerosas localidades de toda la España indoeuropea se han usado tradicionalmente calabazas o nabos vaciados por dentro, tallados con forma de cara e iluminados con velas, en ocasiones también calabacines o sandías y casi siempre relacionados con la fiesta de Todos los Santos.

Estas tradiciones se han mantenido aún vivas hasta mediados del siglo XX, especialmente en Galicia, Asturias, Cantabria, el Sistema Ibérico, La Mancha y Extremadura.

En MERINDADES esta tradición parece circunscribirse (por las informaciones que tenemos hasta ahora) a la zona oriental de la comarca. Petra Lopez nos dice que en MIJANGOS (Merindad de Cuesta Urria) se vaciaban las calabazas y se hacían agujeros para formar una cara. Se ponía una vela por dentro y se colocaban por las noches. Recuerda de colocarlas en la tapia de la iglesia para que se vieran al llegar al pueblo.

mijangos-2016-foto-de-miguel-angel-lopez

Calabazas a la entrada de Mijangos, octubre de 2016. Foto de Miguel Angel López.

En CILLAPERLATA, Faustino Bergado recuerda que de pequeño vaciaba calabazas para ponerles una vela dentro. Los vecinos las ponían en las ventanas y la chiquillería iba por las calles (de aquellos tiempos, sin farolas ni nada), autoasustándose con la visión de las calabazas encendidas. Teniendo en cuenta aquella época (alrededor de los años 50) y ese pueblo que es de los más cerrados de la comarca, cabe suponer que la cosa viene de lejos y que no tiene que ver nada con halloween ni cosas similares que están de moda ahora.

Feli Gonzalez recuerda que de pequeña su padre vaciaba una calabaza y metía una vela para encenderla por la noche para los niños en NOFUENTES (Merindad de Cuesta Urria).

También en LA PRADA (Valle de Tobalina), Sergio Uría nos dice que su padre recuerda esta costumbre. El se acuerda de haber visto la calabaza en el camino que iba de La Prada a Rufrancos. La ponían siempre debajo de un cerezo que había en medio del camino.

El marido de Asun Rodríguez recuerda que en BOCOS (Villarcayo) a mediados de los 70 hacían esto, vaciaban calabazas y las ponían una vela dentro. Tiene un vago recuerdo también de ir corriendo por las calles del pueblo con las carracas, unos aparatos de madera que hacían mucho ruido y se utilizaban también en las liturgias de Semana Santa.

14566265_1134746899906509_5402204330448178232_o

El Almiñé, Valle de Valdivielso, octubre de 2016. Foto de Jokin Garmilla.

En Cantabria, informantes de Limpias, Cueto, Mazcuerras, Valdáliga, Reocín, Guarnizo, Silió, Bárcena de Pie de Concha y otros muchos sitios todavía conservan la memoria de esta tradición hasta los años 70 del siglo XX. La descripción es muy similar en todos los casos que se conocen: Los padres o los chicos más mayores vaciaban la verdura como un divertimento para los más pequeños, se colocaba una vela dentro y se colocaba en muros oscuros y alfeizares de ventanas, mirando para afuera, con el fin de asustar al que pasase. Avelino Molina nos informa de una interesante variante en La Serna de Iguña (Besaya): Una vez ahuecadas, las calabazas se colocaban encima de un par de palos de avellanos en cruz, vestidos con una sabanona vieja y se llevaban en volandas asustando a todo el mundo por la noche.

En Las Encartaciones también se documenta esta tradición. En Salviejo, Carranza, las usaban los jóvenes para disfrazarse por la noche y asustar al que andaba por los caminos, en particular mujeres y niños. La abuela de Emi Bringas les tenía pánico. Aitor Casas nos dice que en el Valle de Somorrostro, aún en los años 60 se tallaban verduras como calabazas o berenjenas en la noche de difuntos y se dejaban en las veredas de los caminos. 

En Miranda de Ebro (aunque con familia procedente de La Bureba y de la sierra de Rioja-Soria), José López vaciaba de pequeño remolachas y ponía velas dentro, colocándolas en los sitios oscuros de la casa. También en Salas de Bureba, muy cerca de Oña, se vaciaban remolachas grandes, nos cuenta Merche Núñez. Con una vela dentro. Lo recuerda de cuando era niña, allá por los años 60 o así.

La madre de Sara Moral lo vivió en Belorado, Riojilla Burgalesa, hace unos 50 años. En la noche de ánimas se vaciaban hortalizas que los padres tenían en la casas. Esta zona es muy hortícola, y lo que más abundaba en las casas era la remolacha. Me ha dicho que era una costumbre que tenían los chavales en los barrios periféricos y más humildes, como el de san Nicolás. Se vaciaba la remolacha o la calabaza, se metía una vela y se llamaba a los portales de los ricos. No se pedía, sino que el objetivo era asustar basándose en las ánimas. La madre de Silvia es de Cerezo de Río Tirón y su padre de Belorado y siempre le han contado que en la noche de ánimas se dedicaban a vaciar remolachas y colocaban en su interior velas. Iban de casa en casa tratando de asustar a los vecinos, especialmente a las mujeres que se reunían en los bajos de las casas o en las cuadras a jugar a las cartas. Esa tradición no tenía ninguna relación con pedir nada y en Cerezo y Redecilla lo llamaban Día de la Calavera. Gregorio Torres nos dice en cambio que sí se pedía dinero para la calavera y con el botín se hacía una merendola. En Redecilla del Camino se hacía primero una merendola o varias según las pandillas de niños y chavales y luego se iba por las calles metiendo miedo al personal. Y en este pueblo no se hacía la noche del 31 de octubre sino la siguiente, es decir entre el 1 y el 2 de noviembre.

Nos dice Alba Chicote que su madre también vaciaba remolachas hasta los años 70 en Cardeñadijo, muy cerca de Burgos ciudad. La gente mayor tal día como hoy no viajaban ni salían de casa prácticamente porque las ánimas del purgatorio podían salir a su encuentro, se las tenía mucho respeto.

Todos estos testimonios dan fe de que, en nuestro ámbito, el rito de vaciar calabazas en la noche de difuntos no es una tradición importada. Es ALGO MUY NUESTRO que se lleva celebrando en España en general y en varios pueblos de las Merindades en particular, desde mucho antes de que llegara la moda del Halloween desde Norteamérica, con sus disfraces de bruja y su truco o trato.

14657299_915806078550087_8182547676973134322_n (1)

22815475_1155553904575302_2525755446810530770_n

 

 

manuel moral orbaneja

Orbaneja del Castillo. Foto de Manuel Moral.

la parte de sotoscueva2

La Parte de Sotoscueva.

Deja un comentario